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El día de Sant Joanet, con la vivencia caliente de las fiestas de este año, escribí que «no pueden morir de éxito por la masificación de miles de visitantes que invaden los antiguos espacios urbanos de Ciutadella y por el aumento en el número de cavallers que motiva el incremento de jornaleros».

El resultado, con una comitiva tan extensa y la multitud en movimiento, será siempre el mismo: no se podrán celebrar todos los caragols con las tres voltes en cada uno de ellos.

¿Hay que poner límites?, ¿cuáles?, preguntaba y sigo preguntando. El jefe de la Policía Local, Diego Pastrana, es el primero que abre el debate al explicar que en el operativo para la seguridad de los Jocs des Pla participan 370 personas, pendientes todos ellos de los horarios.

El Ayuntamiento de Ciutadella, encabezado por el alcalde Llorenç Ferrer, y la Junta de Caixers Senyors, representada por José María de Olivar, barón de Lluriach, y Carlos de Salort, conde de Torre Saura, proponen, en el seno de la Junta Municipal de Sant Joan, varias medidas para mejorar las fiestas.

El punto de partida está claro: agilizar los actos y evitar retrasos, pero ¿cómo? Mejorar la organización y garantizar la sostenibilidad de la fiesta, respetando las tradiciones, son los objetivos de unas medidas que generan controversia como sucede en todo lo que afecta a Sant Joan. Propuestas cuyos pros y contras han de ser valorados antes de aplicar decisiones necesarias para evitar que se nos siga yendo de las manos. La mayoría de los nuevos cavallers son missatges (jornaleros). También aumenta el número de casas y cocheras que abren, prolongando los caragols. Todos reclaman su derecho.

El Partido Animalista (Pacma), que en noviembre logró la supresión de la fiesta del Toro Jubilo en Medinaceli (Soria) anuncia que ahora van «a por San Fermín y Sant Joan porque utilizan a los animales para divertirse y los maltratan». Otra advertencia a tener en cuenta. Las fiestas de Ciutadella, en la encrucijada.