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Un señor lleva 16 años trabajando en una empresa con una trayectoria impecable. Un día ese señor decide comerse una croqueta que su empresa iba a tirar a la basura. La empresa le despide por apropiación indebida. El señor no se calla, mira tú, y le gana un juicio a su empresa que le tiene que pagar 40 mil euros de indemnización, la croqueta más cara del mundo, sí señor. El dueño de esa empresa es uno de los grandes iconos de la rancia derecha patria. Ese «gran empresario» es admirado y tiene legión de pelotas dispuestos a loar sus logros, pues bien, a partir de ahora, para muchos y por más que le pese, será el empresario pringao que pagó 40 mil eurazos por una croqueta y el tirano mal educado que, rodeado de sus guardias jurados, llamó «gilipollas» y mandó a la «puta calle» a dos chavales que le recriminaban que mandara a trabajar a sus curritos en plena DANA. Estas pequeñas historias donde David vence a Goliat son reconfortantes.

Lo jodido del tema es que esta serie de personajes siniestros, estos multimillonarios forrados hasta las cachas con métodos muy turbios, son los referentes de comportamiento para mucha gente. Sin embargo, a mí me recuerdan a personajes como el señorito Iván de la obra de Delibes «Los santos inocentes», que utiliza a Paco, su empleado-siervo-esclavo, como un maltratado perro de caza para su mayor goce y cuando se le rompe la pata lo manda a una chabola en mitad de la nada a morirse de asco.

Desgraciadamente la cantidad de Pacos que pelotean a los señoritos Iván va en aumento, les han metido el gol de que ambos, por el hecho de ser españoles, son amigos y se defenderán mutuamente frente a los auténticos enemigos, léase la manida lista que repiten como papagayos puestos de fentanilo: maricones, feminazis, rojos, proetarras, inmigrantes y demás morralla pijo progre y buenista. Cambiar ese relato va a costar mucho, piensen que ellos tienen la pasta y con ella se compran jueces, medios de comunicación, aparatos represores y si hace falta aplican «plata o plomo» como su gran maestro del capitalismo y la falta de escrúpulos que fue Pablo Escobar Gaviria, el cual también construyó hospitales en su ciudad, mira, como el que cose ropa con niños en Bangladés y luego regala máquinas a la sanidad pública, que coincidencia más tonta ¿verdad?

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Miren el nivel de degradación moral: a petición de los neofachas se les mirará los dientes a los niños inmigrantes para ver su edad, como si fueran ganado. Y han pedido que no se les deje sentar en los bancos de una parada de autobús. De aquí a nada capuchones blancos y cruces con fuego para quemar esclavos retrasmitido en directo antes de ver como don de Pablo Motos blanquea algún nazi en su programa. Luego que, si somos exagerados por echar de menos a los jacobinos y sus guillotinas, no te fastidia. Pues que se sepa, nuestro personaje favorito de la obra citada de Delibes es Azarías, que igual no era muy listo para algunas cosas, pero tuvo el valor de ahorcar al señorito Iván cuando este le mató lo que más quería. Lúpulo y feliz jueves.

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