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Un llamativo titular de prensa nacional dice «Así será Madrid en 2050: viajar en aerotaxis, micropisos y 10 millones de habitantes» y la noticia se ilustra con una foto de los cuatro rascacielos de la capital captada desde un ángulo que da la impresión de que sea un bosque de edificios ultramodernos. Está bien soñar, es gratis, lo que pasa es que 2050 está, como quien dice, a la vuelta de la esquina y desconozco de dónde sacan las conclusiones, pero mucho tendría que cambiar la realidad para llegar a eso en un país como el nuestro. ¿Diez millones? Eso implica triplicar la población actual. Serán todos inmigrantes, la mayoría pobres en busca de oportunidades, y para que algo así suceda ha de convertirse en un foco de atracción irresistible. ¿España ofrecerá algo a alguien? Eso solo lo da el dinero, la potencia industrial.

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Según los expertos, alrededor de cinco a diez años el mundo entero será un completo desconocido para nosotros, gracias a la inteligencia artificial. Quizá aspire Madrid a convertirse en un retiro de oro para mentes brillantes que ya no necesitan ir al curro todos los días a ensuciarse las manos. Será un inmenso bar con terrazas ruidosas donde simpáticos y eficientes robots servirán cervezas (muy de Isabel Díaz Ayuso) o reconfortantes cafés con leche (muy Ana Botella). Así lo imagino yo, una ciudad que en verano se derrite de calor, masificada y desordenada, quizá esos taxis voladores descongestionen un poco las saturadas calles. Lo de los minipisos, qué otra opción queda si la tendencia de vivir en soledad no hace más que crecer y el precio de la vivienda, aún más.