¿Recuerdan el eslogan del PSOE en la campaña de las elecciones generales de 1982? Se veía la cara de un Felipe González jovencito, el anagrama del puño y la rosa, y el lema: ‘Por el cambio’. Han pasado más de 40 años. ¿Qué cambio era el que se prometía? Yo también era jovencito y no sabíamos hacia dónde iría la cosa. Pero había ilusión. A toro pasado es fácil hablar, pero cuando se trata de la libertad, la democracia y la justicia, el consenso resultaba fácil de lograr. La verdad es que el cambio, esa gran hazaña colectiva, se produjo con sus aciertos y errores.
La pregunta o preguntas surgen ahora, después de todo lo que ha llovido y de todas las sequías que hemos padecido.
Puedo imaginar el rostro envejecido de Felipe con el mismo lema. ¿Pero qué cambio necesitamos ahora?
Ya vivimos en otro mundo. Por suerte, muchas cosas han mejorado. Otras, resulta que representan un reto formidable, porque hay que dejar nuevos desafíos para los jóvenes que, como nosotros antes, han de luchar por una sociedad mejor. O perderán todo lo que hemos logrado.
‘Por el cambio’ es un lema que hizo fortuna. El cambio no siempre es a mejor. Los que viven mal quieren cambios, los que viven bien quieren que se mantenga su modus vivendi. El cambio es inevitable, pero si vamos hacia una dictadura de nueva generación, una dictadura digital mucho más férrea que las analógicas, habrá que reaccionar. O volveremos a la casilla de salida.