El reloj de la cocina se come la pila. Aunque le pongas una pila alcalina y atómica, si eso existe, el reloj de la cocina insiste en fagocitarla sin miramientos. El caso es que marca bien el tiempo que los humanos hemos acordado darnos, es decir, sus manecillas van al ritmo adecuado, lo cual hace esa hambre voraz aún más inexplicable. Porque si las manecillas fueran a toda hostia se entendería mejor ese consumo inédito de energía, pero ves el ritmo cansino del segundero y piensas, cómo algo con una cadencia tan soporífera puede comer de esa manera.
El reloj de cocina es anodino, blanco y redondo como la mayoría, por eso me gusta, por que con tanta gente con tantas cosas para llamar la atención al precio que sea, rodearte de objetos tranquilos, que pasan desapercibidos, que no dan un ruido y que tienen el ego en su sitio es una muy buena terapia contra el consumo de ansiolíticos. Un hecho, si ves a alguien con una camiseta negra no sabes nada de él, pero si ves a alguien conduciendo un Porche amarillo limón ya sabes que es un gilipollas integral, que carece de empatía y por lo tanto se la suda el mundo en el que vive.
Esa ansia por trascender, por esos quince minutos de gloria de los que hablaba el insufrible Andy Warhol, por llevarnos un puñado de likes, o de corazoncitos minúsculos que laten fríamente al ritmo de un algoritmo, nos está jodiendo la vida de mala manera. Me sorprendo como un niño cuando ve hablar a una marioneta, cuando compruebo la importancia que le damos a los desconocidos. Para sentirme guapo, o inteligente, necesito que un grupo de extraños le dé con el dedo a la pantalla de su teléfono móvil. Me olvido de la opinión de familia y amigos, e incluso de mis propios intereses y principios para gritarle al vacío del lenguaje binario: «hola desconocidos del mundo que estáis en vuestras casas cortándoos las uñas de los pies, o comiendo un kebab de esos que funcionan como laxantes, necesito que paréis en tan importantes tareas y miréis mi foto, o leáis mi frase ingeniosa, y por favor os pido que me deis un ‘me gusta’ dejo mi autoestima en vuestras anónimas manos». Vaya idiotez, ¿no creen queridos lectores?
Existe en Internet una especie de tropa anónima que piensan que los comunistas tienen cuerno y rabo y que Franco hizo cosas buenas, que sueltan bilis por la boca en cada post que publican sin mirar consecuencias, desgraciadamente se puede comprobar estos días viendo el pornoperiodismo y las obscenas opiniones vertidas sobre las víctimas de la gran tragedia valenciana. Pero en el fondo lo que buscan es casito, se intuye que les falta amor, aparte de muchas otras cosas. No dejemos nuestro estado de ánimo en manos de semejantes individuos.
Acabo. No pienso tirar mi reloj de cocina hasta que no se me acaba el stock de pilas. Cuando llegue ese momento lanzaré una encuesta por las RRSS para que los desconocidos que me siguen decidan si compro otro reloj u otro paquete de pilas. Vale, soy idiota, me contradigo mucho, pero al menos no busco sacar beneficio de las desgracias de los demás. Lúpulo y solidario jueves.
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