Directo al grano: La gota fría valenciana ha demostrado el fracaso final del estado autonómico en situaciones de emergencia nacional. Ya no se puede ocultar. A nosotros nos pilló en el Hotel Artiem Asturias, esa comodidad menorquina en tierra asturiana. Inmediatamente pensé, sin mérito alguno por mi parte, que esa desgracia levantina pondría en evidencia la debilidad organizativa de un país que, pretendiendo arreglar el tema territorial en términos de igualdad, solo puso un ficticio parche temporal cuando la Constitución, al apostar erróneamente por la dispersión del Estado. Los años dan y quitan las razones. Y en esas estamos.
Quiérase o no las autonomías solo son unos nuevos reinos de taifas que compiten entre sí por ver quién succiona más que los otros. Dichas autonomías han herido de muerte el concepto de país moderno e igual para todos, ese que responde no desde parámetros de egoísmos tribales sino desde la unidad y la solidaridad real.
No nos engañemos: la tragedia valenciana ha puesto en evidencia que la fragmentación del Estado -la superposición de administraciones- no ha contribuido a prevenir los daños humanos y materiales, sino que, contrariamente, la dispersión de organismos -estatales y autonómicos- ha jugado en contra de los intereses generales. Ante esa emergencia nacional la respuesta del Ejército español bajo mando sanchista tendría que haber sido inmediata y automática (al menos tanto como lo fue ante la desgracia del terremoto de Marruecos cuando primó aquello de ‘las primeras horas son esenciales...’) y no estar sujeta a supuestos formalismos administrativos.
Ante una tragedia nacional, la respuesta debe de ser nacional, de la misma forma que los mecanismos de previsión y control no pueden estar diseminados en una variopinta amalgama de instituciones que dependen unas del Gobierno de España y otras del Ejecutivo regional de turno, porque eso contribuye a romper la necesaria unidad de acción ante situaciones críticas como las vivida estos días. Lo acontecido debería servir de lección: al final, la conclusión es que tenemos un modelo territorial en el que la capacidad ejecutiva del Estado se ve afectada por esa gigantesca Torre de Babel administrativa cuya dispersión de competencias demenciales no ayuda en nada en dar una respuesta rápida a la desgracia sufrida.
Si emociona hasta las lágrimas ver la solidaridad mostrada por el pueblo llano, un gobierno con ideologías tercermundistas y efluvios tropicales solo consigue practicar respuestas del tercer mundo.
Después de habernos mirado el ombligo durante varias décadas es hora ya de poner sentido común a la vida pública española: una cosa es la descentralización administrativa del estado y otra su desmantelamiento en aras a satisfacer a las tribus identitarias cuyos representantes viven como cardenales renacentistas en sus conventos periféricos.
Para modernizar España y adaptarla e igualarla al mundo globalizado hay que modificar dos puntos esenciales: La Ley Electoral que prima injustamente la representación nacionalista que permite y alienta el chantaje de los partidos periféricos a los nacionales y la imprescindible devolución de competencias al Estado. Solo un majara puede entender que el corpus legal y administrativo más básico (Sanidad, Educación, Justicia, Transportes e infraestructuras y Fuerzas de Seguridad...) no esté en manos del Estado sino de las Taifas. O que no se pueda estudiar en español en cualquier punto de España.
La idea del progresismo no está basada en la desigualdad ni en las cuotas elitistas sino, contrariamente, en la igualdad de todos independientemente de donde se viva. El sentido de españolidad no es un vicio eminentemente facha sino una forma de patriotismo que nos iguala a todos. Ya es hora de mandar los carteles y las consignas idiotas al retrete. Los únicos fachas son los que pregonan la desigualdad entre iguales, esos que mitifican y exaltan a las tribus identitarias desde los campanarios de las parroquias localistas, auténticos centros del caciquismo subvencionado que solo pregona el desgajamiento del país. Rectifiquemos ya la dispersión del Estado. Seamos ciudadanos modernos.
Notas:
1- Parece que exista un período de carencia de 3 años para denunciar agresiones sexuales. Ya pasó con el ‘Me too’, también con las francesas, y ahora con el club errejonista. ¿Por qué esperan 3 años a denunciar?
2- Increíble: de los exnúmeros dos de los dos partidos que componen aún el gobierno de España, uno es un corrupto y el otro un vicioso.
3- ¡Qué pena que Prohens perdiera un día de trabajo inútilmente y no hiciera también un Ayuso al autócrata!
4- Elecciones en EE.UU.: Algunos ya preparan tila.
5- Tener que requisar el ordenador y el móvil del fiscal general del Estado es ya el sumun de todos los sumun.
6- Visca València!