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Mucho antes, los martes y sábados salían desde nuestro baixamar, alzando sus anclas y ofreciendo un desagradable ruido producido por sus enormes cadenas, rumbo a Barcelona, vetustos barcos cargado infinidad de artículos, enseres, ganado. Y mucho más mi tío Francisco Valverde, ‘cabalcanti’, surtía a la Ramblas de canarios, tortugas, palomas y algo más. Las fábricas de calzado, platerías y las primeras bisuterías, sus géneros, lo mismo la fábrica de tejidos de punto y fábrica    de juguetes de Es Castell. Las famosas espardenyes catalanas de casa Codina, no me voy a olvidar de los campesinos, nuestros afamados payeses embarcando, ganado, cerdos, aves, ovejas, animales de carga. También participaban ses madones preparando con esmero    alguna fogassa de queso, bien curada, tierna o las conocidas per formatge vell,    huevos. Sin olvidar alguna canasta de pescado y marisco tan renombrados y    esquisitos, preparados con suficiente hielo de la eléctrica vella, de ello me solían hablar los hermanos Melsión es Gaspans, que tanto frecuentaban el taller del mecánico. Disculpen si me dejo otros productos, soy consciente de que no caben todos.

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Tras cruzar el canal, llegaba a Barcelona, donde era esperado por muchos mahoneses residentes en la ciudad condal, era una manera de reencontrarse con viejos conocidos, mientras tanto el responsable de la maquinilla del vapor subía de la bodega la carga del puerto mahonés, pasando a su destino. Es bien sabido que en aquel tiempo el mercado más famoso era y es la Boqueria situado en las Ramblas, donde se encontraba todo cuanto se precisara en una cocina, en los treinta se remodelo el edificio, alcanzando una auténtica fama. Si bien antes se habían conocido los llamados mercados de calle, dando lugar a que se pudieran establecer despachando a su público bajo techo.

Así acaba la historia, el público ávido de nuestro sabroso y rico queso, se dirigía a los puestos en busca del queso de Mahón, por lo cual he de suponer que nadie se debe dar por eliminado ni nada por el estilo, los payeses, hoy grandes artesanos, no podían imaginar la magnitud de nuestro queso, nadie    pensó en despreciar ciudad alguna, y las ansias no eran otras más que entrar unos beneficios a la finca, fuese en un tiempo u en otro. ¿Alguien puede pensar en el momento de comprar nuestros sabrosos productos, en qué cala o ladera habían sido cogidos, o al comprar langostas que también embarcaba nuestro buen amigo el Sr. Maspoc, si eran cogidas de Fornells, Ciutadella, o es cap de Cavalleria?