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Dice Gregorio Marañón en sus «Ensayos liberales» que la rebeldía es un deber. Lo cual equivale a considerarla como una virtud. El modo más humano de la virtud juvenil es la generosa inadaptación a todo lo imperfecto de la vida -que es casi la vida entera-, esto es, la rebeldía.

«Rebelde -dice el diccionario de la RAE- es aquel que se subleva o rebela, faltando a la obediencia debida». Pero además dice la RAE que el «rebelde se llama también al indócil, duro, fuerte y tenaz».

Dependiendo de la versión del diccionario de la RAE y del año de su edición se pueden encontrar distintos modos de denominar al rebelde, pero todos coinciden en una cierta insumisión y conceptualmente se le atribuye un valor semántico antónimo al de dócil y sumiso.

A lo largo del siglo XX la izquierda política, no solo de España sino en el Mundo entero, ha entendido la rebeldía como un acto de inconformismo ante la inacción del poder establecido, una reivindicación contra la burguesía dominante y opresora. Por esa razón han surgido movimientos reivindicativos entorno a los derechos de los trabajadores, de las mujeres, etc. Pero donde la izquierda política ha alcanzado el poder se ha constituido una nueva clase dominante inmovilista, extremadamente conservadora y, quizá, más «burguesa», en sentido peyorativo, que la propia burguesía contra la que se luchaba. De lo cual se deduce que no son las clases sociales sino las personas quienes son buenas o malas. Así uno se encuentra con buenos obreros, buenos agricultores, buenos empresarios, buenos políticos, etc. Por el contrario, es relativamente fácil también toparse con malos obreros, malos agricultores, malos empresarios y, por supuesto, malos políticos. No es la clase social o profesional lo que conlleva la bondad o no de los sujetos que la representan, sino sus propios miembros de manera individualizada. Evidentemente esto hace inútil y estéril la lucha de clases.

En el orden moral, el pecado es siempre personal. La unión de pecados personales en una misma dirección o materia crea una estructura de pecado, pero la responsabilidad, en última instancia, es siempre personal. Cada ser humano debe responsabilizarse de sus actos, aunque éstos tengan una dimensión social. De esta forma siempre hay un responsable de los atropellos cometidos y nadie puede escudarse en una especie de ente social, sin personalidad, para eludir sus responsabilidades personales.

Entiendo de una manera personalísima que la mejor manera de ser rebelde es la de trabajar sin descanso. Será que uno va cumpliendo años y el ímpetu juvenil va desapareciendo, pero creo, honestamente, que la revolución y el inconformismo se acrisolan con el estudio y el trabajo bien hecho. Las rebeliones juveniles asociadas a las algaradas suelen traer desgracias, destrucción y poco provecho social. En cambio, el trabajo constante, silencioso y fructífero suele proporcionar grandes beneficios a quien lo realiza y a quien se beneficia de él. Ha traído más beneficio a la sociedad el trabajo callado y esforzado del científico Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, que todas las algaradas callejeras juntas del siglo XX.

Se preguntarán qué tiene que ver todo esto con la rebeldía de Mahón. Muy fácil. Nuestra ciudad vive un problema en el suministro de agua impropio del siglo XXI. Un problema que requiere trabajo y esfuerzo compartido. Por una parte, el equipo de gobierno del Ayuntamiento encabezado por el alcalde Héctor Pons debió trabajar sin descanso para solucionar el problema y, ya que fue incapaz de resolverlo, la solución era dimitir y dejar paso a quien sí lo fuera. La ciudad de Mahón se ha puesto en pie de guerra, pero no para incendiar calles y romper mobiliario urbano, somos más civilizados que todo esto. Mahón reivindica su derecho a un agua limpia y potable. Los representantes políticos de la oposición estamos trabajando en poner de manifiesto las deficiencias del actual equipo de gobierno y exigir responsabilidades.

Cuando uno no ha estado a la altura de lo que se esperaba de él, debe marcharse. Solo pedíamos trabajo bien hecho, la salud de los mahoneses está en juego. Seguiremos trabajando desde la oposición, sin algaradas, para conseguir que los mahoneses puedan disfrutar de un derecho básico como es el del agua potable. Seguiremos exigiendo responsabilidades sin descanso al equipo de gobierno, dimisión del alcalde incluida. Este es el camino, esta es la fuerza de la razón. Luego, los ciudadanos tendrán la última palabra, como siempre, y decidirán por quién merecen ser gobernados, si por los que dicen defender sus intereses, pero no lo hacen, o bien por aquellos que se esfuerzan, ideologías aparte, en hacerlo.