Hoy les hablaré de educación, vivienda, crisis energética, desigualdad y pobreza; para acabar con la persecución a Isabel Díaz Ayuso. Empecemos.
En relación a la educación, Sánchez cosecha un sonoro fracaso proveniente de la Ley Celaá. Una ley que fue aprobada sin el consenso necesario y que ha representado un retroceso significativo para nuestro sistema educativo, colocando a España en líder de los países más avanzados de occidente, en relación al fracaso y abandono escolar. Basta que uno se lea los informes PISA. Solo un detalle, esta ley elimina la demanda social como criterio para la oferta educativa, lo que afecta negativamente a la educación concertada y a la libertad de elección de las familias.
Si nos adentramos a hablar de la crisis de la vivienda, la crisis energética, y de la desigualdad y pobreza, veremos que su fracaso es palmario. En el tema de la vivienda, la gestión de inversión pública ha sido prácticamente inexistente, lo cual ha provocado un aumento de precios y una mayor especulación en el mercado inmobiliario. En referencia a la crisis energética, Pedro Sánchez tampoco se salva. Los precios de la electricidad han alcanzado niveles récords nunca vistos. Ante ello, el gobierno ha optado por soluciones temporales y parches; y no por medidas efectivas, para reducir los costes energéticos.
Paso ahora a hablarles de la desigualdad y la pobreza; que por desgracia han aumentado de manera exponencial bajo el gobierno autoproclamado «social y de la gente». España se está convirtiendo en un país, donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres; en donde la brecha entre ricos y podres cada año se va ensanchando, según los propios datos aportados por INE. ¡Menos mal que son de izquierdas y progresistas!; si fueran de derechas y conservadores las calles estarían ardiendo.
Ahora sí, tal como ya anuncié al comienzo del comentario, finalizo por denunciar la campaña tan perversa y tan ruin utilizada contra Isabel Díaz Ayuso. Ello demuestra que Pedro Sánchez es un líder incapaz de ganar en las batallas de las ideas y, por ello, se refugia en el uso sin límites de su poder, como presidente, para destruir la vida de aquellos que le hacen frente con valentía y determinación, sin importarle, al Presidente, violar principios básicos de decencia y humanidad.
Frente a ello cabe preguntarse: ¿Es este el país que queremos? ¿Queremos un país donde la disidencia se page con la persecución personal y familiar? ¿Queremos un país donde el gobierno utiliza sus recursos para aplastar a quienes defienden una gestión diferente? Sinceramente, yo no quiero un país así. Yo quiero un país donde impere la libertad, la justicia y la igualdad; en donde los enemigos políticos sean vistos como adversarios políticos; donde el respeto al diferente sea piedra angular de convivencia.
Yo quiero un país donde no se prime el chantaje y en donde no se beneficie a los delincuentes de un golpe de Estado; ni a los herederos de la banda terrorista ETA; ni a los corruptos, en función del carnet de partido que posean. Yo quiero un país, en donde la democracia prevalezca sobre la partidocracia, y en donde la separación de poderes no sea una entelequia, sino que sea una realidad.
Dicho todo esto, el problema de Isabel Díaz Ayuso, para los autoproclamados «progresistas», es que ha demostrado ser una líder comprometida con el bienestar de todos los madrileños, defendiendo la libertad y el progreso; y que además, ha llevado una gestión eficaz en tiempo de crisis. Es precisamente por eso que se ha convertido en el objetivo de un gobierno que teme a los líderes fuertes y con autonomía propia. Queda claro, el Gobierno Sánchez prefiere el control absoluto de todo y de todos, a la diversidad y pluralidad política.
No permitamos que el miedo y la intimidación se conviertan en herramientas de gobierno. Defendamos juntos una España libre, justa y democrática. Hoy con nuestra voz firme y clara, digamos ¡Basta ya de persecuciones! ¡Basta ya de acosos!
Hoy más que nunca necesitamos recuperar la dignidad y la decencia en la política. Necesitamos líderes que sean verdaderos servidores públicos, comprometidos con el bienestar de todos los españoles. Necesitamos que la corrupción, la manipulación y la traición sean barridas democráticamente del quehacer político en España. Hoy más que nunca necesitamos construir una España mejor, una España de la que todos nos podamos sentir orgullosos; y como soy un hombre de fe y esperanza, sé que todos juntos podemos lograrlo.