El artículo 47 de nuestra Constitución establece el derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada, además remarca que los poderes públicos adoptarán medidas para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. Por favor, vuélvalo a leer. ¿Qué? No me dirá que no hay para cabrearse, porque por lo visto, lo único que se está cumpliendo es que tenemos el derecho, entendido como que nadie nos puede prohibir de ello, pero todo lo demás…
Ni medidas efectivas ni regulación ni leches. Dígaselo ahora a las nuevas generaciones, hijos de la democracia, que no saben ni quién era Franco y que con sus casi treinta ñapos quieren tener una casa. Con un trabajo mal pagado, con una inestabilidad del copón, con un covid en el recuerdo y sin un duro en el bolsillo. Pareciera que el problema se solucionaría haciendo más pisos, a saco, pero claro, la especulación está a la orden del día y los propietarios de suelo tampoco quieren reventar el mercado. Conclusión, necesitarán siete vidas para poderse comprar un pisucho de pena. No hay vida sin vivienda. Parece fácil de entender. Pues nada, oiga, que ahí seguimos. Pronto llegará el día en el que la gente se agolpará a las puertas del Ministerio, cual ET con su dedo índice incandescente, al grito de: «mi casa, teléfono».