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Partimos de un hecho irrefutable. Somos una isla pequeña y de pocos habitantes. Es evidente que no podemos aspirar a ser como Córcega, Cerdeña, Sicilia, ni tan siquiera como Mallorca, nuestra isla hermana. Las reducidas dimensiones de Menorca y su escaso número de habitantes obliga a ser tremendamente realistas. Tampoco pensamos que nuestro modelo deba ser Eivissa. Ahora bien, ser realistas respecto del tamaño y población de Menorca no nos impide diseñar un futuro ilusionante para los menorquines que propicie un desarrollo armónico y sostenible que ofrezca a todos sus ciudadanos poder vivir, prosperar y alcanzar una vida plena en la isla, pero ese desarrollo nada tiene que ver con lo que propone la izquierda. Los menorquines tenemos derecho a poder desarrollar nuestras ilusiones, esperanzas y anhelos en nuestra tierra.

No quiero centrarme en los fracasos de la izquierda menorquina de los últimos años. No me bastaría el artículo. Prefiero centrarme en la ilusión que genera los nuevos gobiernos de Menorca y Balears. Nuevas leyes e iniciativas que favorecen la vivienda, el desarrollo económico, la iniciativa privada, etc.

Hace apenas unos días, he presentado una enmienda al Decreto ley de simplificación administrativa con el objeto de flexibilizar la aplicación del art. 63.2 de la Ley de transición energética de Balears y poder dar aire a las empresas locales de alquiler de coches, así como a cualquier PIME que tenga un parque móvil y deba renovar flota. No se puede obligar a comprar un tanto por ciento de coches eléctricos cuando su precio es muy superior al de los vehículos de combustión, además los puntos de recarga son del todo insuficientes en Menorca. La ley de transición energética de Balears, de Francina Armengol y su gobierno de izquierdas, se hizo sin escuchar a los sectores empresariales afectados y estuvo cargada de ideología, arbitrariedad y positivismo legal.

No me opongo a una transición energética bien programada que represente un alivio para el medio ambiente y haga que España sea autosuficiente en energía limpia y barata, pero eso debe programarse debidamente con técnicos, especialistas y, por supuesto, con la colaboración de las empresas del sector. No podemos ser kantianos -idealistas- en política, menos cuando va en ello las cosas de comer. Mejor ser tomistas -realistas-, si me admiten el símil filosófico. El realismo es siempre mejor, más seguro y efectivo.

Otras leyes se tramitarán en breve en el Parlament que permitirán un mayor desarrollo y progreso de Balears en general y de Menorca en particular, sin ir más lejos la anunciada Ley agraria, entre otras. En todas ellas intentaré, como diputado, presentar enmiendas que beneficien a Menorca. Necesitamos salir del bloqueo institucional que la izquierda ha provocado en nuestra isla. Los menorquines hemos demostrado que somos emprendedores y tenemos capacidad de innovar, el problema ha venido de una clase política que ha tenido alergia a la iniciativa privada y al progreso, aunque dichos políticos, en el pasado gobierno Armengol, se hicieran llamar de forma contradictoria pacto de progreso. De hecho, ha sido un regreso a la pobreza, a la depresión, a la desilusión y a la desesperanza.

Efectivamente, no es que el progreso haya cambiado de barrio, es que está en el centroderecha. La izquierda ha aportado cosas positivas en la historia de nuestro país. Es evidente que existen figuras prominentes entre sus filas, basta recordar a Julián Besteiro, denostado por el socialismo actual que está en una huida hacia adelante que nada bueno aportará al PSOE, a España y, por supuesto, a Menorca. Algunas compañías son peligrosas, para gobernar no todo vale.

Besteiro fue de los pocos socialistas que demostró tener sentido de estado y una altura intelectual como no hemos vuelto a ver, salvo alguna honrosa excepción en los años ochenta.

En el discurso de Besteiro de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1933 intitulado como «Marxismo y antimarxismo», el político socialista, apostando por una revisión del pensamiento marxista, afirmó que se podía hablar de: «la existencia de un punto de contacto entre una de las grandes tendencias de los partidos marxistas actuales, la comunista, y el fascismo. Ambas preconizan la necesidad, en el momento en que actualmente se encuentran las naciones, del ejercicio de una acción política dictatorial».

El partido socialista que renunció al marxismo parece que vuelve a él, empujado por sus socios de gobierno. Unos y otros deberían leer a Besteiro para entender como los extremos se tocan. Los peligros que todo ello supone se pudieron comprobar en España en 1936 y de manera especialmente trágica en nuestra isla.

No soy hegeliano, la historia no se repite. Sí creo, en cambio, que es cierta la idea de Mark Twain cuando dice que la historia rima, queriendo decir que aun cuando los acontecimientos son diferentes, nada nuevo hay bajo el sol. Pero una cosa es rimar y otra bien distinta repetir.

Con trabajo, imaginación y mucho esfuerzo, podemos conseguir que la historia sea completamente nueva, ilusionante, esperanzadora, de futuro. Necesitamos desterrar las políticas de izquierdas que vuelven sobre el marxismo, aunque no lo reconozcan explícitamente. Dichas políticas defienden más estado, más planificación, más control. Todo ello redunda en menos sociedad civil, menos iniciativa privada, menos autonomía de los ciudadanos y, lo peor de todo, menos libertad.

Es evidente que, actualmente, la opción por la que se percibe una tendencia en aumento es la que propicia y defiende el liberalismo económico y la reducción de la presión fiscal. Los menorquines necesitamos de la buena gestión que nos saque de la miseria en la que nos sumió la izquierda con sus fracasos manifiestos y entre ellos el más sangrante: no haber resuelto el problema de la vivienda. Pero nuevos aires de esperanza están soplando, nuevas políticas y caras que nos llenan de ilusión y esperanza como ha sido la noticia de la reciente compra del solar para 80 pisos de la Sareb en Mercadal, por parte del Consell y del IBAVI. Llevo mucho tiempo reclamando viviendas para los menorquines. Ya están llegando.

Tener voz en el Parlament sirve si el Govern te escucha y desde luego sí lo hace. Se está atisbando la luz al final del túnel.