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Tengo acumulados tres malestares de mi paso por el fútbol menorquín, sesenta años atrás, que me gustaría esclarecer. El primero de ellos proviene de que algunas personas han censurado la omisión de mi paso por el C.D. Menorca y la U.D. Mahón, en mi novela autobiográfica «La pelota, la vida y la pluma», como si yo repulsara a estos dos queridísimos clubes. El motivo de esta exclusión es debido a intereses meramente literarios, no a otros.

Verán, en cualquier biografía tienen su peso los acontecimientos importantes que la conforman y mi paso por los dos clubes mahoneses, así como por el Atlético Ciudadela, lo fueron, pero están enmarcados en la novela como mi educación deportiva en la isla, antes de dar el salto a equipos peninsulares. De haberme extendido en ellos, hubiera desequilibrado la arquitectura de la novela por ampliar excesivamente los capítulos futbolísticos, y es que el libro no fue pensado para su edición en Menorca sino para cualquier lugar. Además me supo a hiel no incluirlos, pues tales capítulos, que incluso escribí -y que tuve que desechar- eran sumamente atractivos para cualquier lector, con suculentas anécdotas, donde por cierto se encontraba el segundo malestar.

Cuando me senté en el hotel Agamenón de Villacarlos con los directivos de la U.D. Mahón, después de finalizar mi compromiso con el C.F. Barcelona, para mi posible fichaje, que tasé en 250.000 pesetas cuando en aquellos tiempos 80.000 era la cantidad máxima, se podía dar por concluida ya la reunión pues ellos alcanzaron solo hasta 100.000, más un cheque de 25.000 que el Sr. Quevedo puso sobre la mesa. Total 125.000.

Cuando ya parecía que se iba a finalizar el debate, el Sr. Curt, directivo de la U.D. Mahón y director del mencionado hotel, agregó a la cifra habitación y pensión completa en el hotel Agamenón durante el tiempo que jugara en la U.D. Mahón, resaltando que el total rebasaba incluso la cifra requerida por mí. En aquellos momentos de cálculo, solo me asaltó la idea de estar defraudando con mi firma a los seguidores de mi antiguo club el C.D. Menorca, no el valor de la oferta. Estuve indeciso unos instantes y, a mi pesar, como profesional, lo firmé, sintiéndolo tanto como cualquier otro seguidor del C.D. Menorca, del que yo era al fin y al cabo uno más.

El tercero es informar a los seguidores del U.D. Mahón mi decepción por no aportar al equipo todo lo que se esperaba de mí. Se suponía pues que yo era el jugador franquicia, el que, vamos, debía solventar la papeleta. En otras palabras, yo debía jugar en mi sitio natural de delantero centro y el medio campo, comandado por Massanet, y los extremos generar juego para que yo marcara los goles, que son los que al fin y al cabo cuentan en los partidos.

Pero hete aquí que se fichó a otro delantero centro, en aquellos tiempos, denominado tanque, por su fuerza, llamado Cazorrán, que carecía sin embargo del tino o la serenidad necesaria para marcarlos, y a mí me situaron de extremo. Tal despropósito técnico, junto a otros, menores, que no voy a comentar, impidió aportar lo que se esperaba de mí, pero no impidió que sienta afecto cuando veo todavía una camiseta azul y amarilla lo mismo que cuando la veo azul y grana.