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Aunque soy hijo de un cocinero no soy tan aficionado a la cocina como pueda parecer. Aprecio la buena cocina y me gusta comer, pero como demasiado deprisa y me gusta mantenerme delgado, lo cual no se aviene mucho con el hecho de ser un buen gourmet. Tampoco cocino nada, lo que ocurre es que he visto cocinar toda mi vida y me quedan las imágenes en la memoria y también los sabores y olores de la cocina tradicional menorquina. La que sabe de esto es Rosa, mi mujer. Ella sí es aficionada a la cocina. Le gusta cocinar, elaborar recetas nuevas –«inventar»— y ofrecer un menú variado todos los días. Incluso le gusta invitar a los amigos y sorprenderlos con creaciones nuevas que no siempre son apreciadas, porque ya se sabe que en cuestión de gustos no hay disputas.

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Otra cosa que le gusta es buscar recetas en libros de cocina antiguos, modernos y ultramodernos, aunque lo de «la nueva cocina», eso de poner una ración pequeñita de comida en medio de un plato inmenso, ni es lo suyo ni lo mío. También suele ver el Canal Cocina en televisión, que es un canal de AMC Networks Internacional Southern Europe, que sale en pantalla con un huevo frito en la esquinita superior, donde diversos cocineros autóctonos o extranjeros suelen mostrar sus habilidades. Uno de los programas curiosos es el de «Cocinar con Blanca», donde Blanca Mayandía suele preparar recetas menorquinas, puesto que es medio de la Isla por parte de madre, y el otro día no sé lo que cocinaba, porque la cogí «in fraganti» por el sencillo método de zapear, pero de repente la encontré diciendo: «Añado la calabaza», y añadió la calabaza troceada a la olla. Se veía muy linda, la calabaza, por la tele; hasta parecía turrón cortado en lingotitos. Y luego va y dice: «Tengo la patata en agua para que no se me oxide». Literalmente.

Comprendí en seguida los peligros de una patata oxidada: quedaría muy fea. Y la alcachofa también. Y es que muchas veces «comemos por los ojos», como decía mi madre. Es decir, la presentación de la comida tiene una influencia bárbara en el consumidor, a veces tiene tanta importancia que elegimos mal, comemos lo bien presentado y nos equivocamos, porque «no estamos dentro» de la comida y juzgamos solo por su aspecto exterior, y no es oro todo lo que reluce. En el caso de la patata en remojo para que no se me oxide, me vino en seguida a la mente la imagen de esas bragas escuetas y bonitas, a veces negras y otras de colores, que tienen una leyenda escrita que reza: «All you can eat».