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Pedro Sánchez emprende una cruzada contra bulos, fake news y la financiación opaca de chiringuitos pseudoinformativos donde encuentran su nueva religión gente tonta que no se molesta en analizar las cosas durante dos segundos. Lo pérfido es que esos tienen el mismo derecho al voto que tú y ese es el problema, que estamos en manos de la mayoría y la mayoría, en fin... La prensa no es independiente, pero ha de ser veraz; la televisión mucho menos. Lo vemos con la ridícula competición que reflejan todos los medios entre el chistoso de turno de la tele pública y el chistoso de turno de la privada. Una «noticia» que solo tiene un objetivo: que uno o el otro tengan más audiencia. El Gobierno podrá poner los límites que desee, seguramente casi todos serán bienvenidos entre las personas con cabeza, pero hay algo que no se puede evitar: los influencers.

Esa caterva de analfabetos, la mayoría profundamente fascistas, que se dedican a evangelizar desde su púlpito a un entregadísimo rebaño de jóvenes ignorantes deseosos de contar con un líder al que seguir a ciegas. Uno de ellos es Wall Street Wolverine, que huyó a Andorra para no pagar los impuestos que le corresponden en España. Comenzó, cómo no, como creador de contenidos de fitness y ahora avergüenza a su país con ideas políticas y económicas. La última ha sido cagarse literalmente en los pensionistas porque están hundiendo el país por rapiñar unos euros más en su pensión. A este le gustaría, imagino, la solución final propuesta por alguno cuando la gente empieza a resultar molesta. Si no podemos recurrir a la censura, si no se fomenta la moral, si el sistema educativo solo crea borregos sin capacidad crítica, ¿quién le pone el cascabel al gato?