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Quizá hayan experimentado la molesta sensación, por otra parte muy fundamentada, de que con la expansión del conocimiento y el auge de las tecnologías de la comunicación y la información, cada vez quedan menos verdades en el mundo, y las que quedan están recluidas en angostos ámbitos muy alejados de los centros de decisión, tales fórmulas matemáticas, ecuaciones, refranes, frases hechas y algunas constantes universales que a casi todos traen sin cuidado. El número pi, la velocidad de la luz, la gravitación, la constante de Hubble, cosas así. Verdades que ni nos van ni nos vienen. Esta reducción de las verdades de uso corriente, que nos guardaremos mucho de decir si es buena o mala (según, depende, un exceso de verdades suele ser mortífero), no obedece solo al aumento incesante de mentiras en circulación, sino sobre todo, al colosal crecimiento estadístico de las estadísticas.

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Ya en el siglo XIX, una frase hecha popular atribuida entre otros a Mark Twain, aseguraba que «Existen mentiras, grandes mentiras y estadísticas». Debido al abuso que ya entonces (¡en el siglo XIX!) se hacía de la estadística para dotar de aspecto científico toda clase de supercherías y fruslerías, esta frase tuvo numerosas versiones, siendo la definitiva «El 90 por ciento de estadísticas son falsas, incluyendo esta afirmación». Fíjense si lo teníamos claro. Sin embargo, desde que hace más o menos un siglo el universo se volvió cuántico, probabilístico y sujeto al principio de indeterminación, y todas las verdades, incluidas las físicas, empezaron a desintegrarse igual que pompas de jabón, paralelamente empezaron a robustecerse las verdades estadísticas, muy útiles en disciplinas flácidas pero que son las que mandan, tales como economía, psicología, sociología, politología, etc. De ahí estas verdades más o menos estadísticas pasaron a los novelistas y periodistas, y de ahí a los omnipresentes algoritmos (¡a la IA!), de modo que la pregunta en este momento es si aún existen verdades no estadísticas. Pocas, desde luego, pero alguna queda. En ecuaciones, aforismos y sitios así. Irrelevantes, barridas por los eslóganes. No importa que no haya verdades, lo jodido es que casi todas sean ya estadísticas.