Sin saberlo, pertenecen a una ONG no reconocida por el Estado. Sin ella, este sucumbiría como castillo de naipes. Son legión. Algunos, incluso, para ayudar, han tenido que renunciar a sus «Ducados» para tornar a esos baratos cigarrillos de hebra pegada. Y lo hacen –amar– a escondidas, como los héroes que jamás se jactan del valor ejercido. Algún que otro día han tenido que prescindir, incluso, de su cafetito mañanero, ese que iluminaba el día recién parido y que les permitía hacerse acreedores de la lectura de un diario. Por ende, ese euro con veinte les posibilitaba hablar con el camarero de turno para recibir de él un gratificante «¿Cómo va eso, don Julián?». Aunque muchos no se llaman Julián. ¡Joder, cuánta falta les hace a esos voluntarios de la caridad, ni sustentada ni socorrida, esa tacita que aguardan durante las noches de inmortal insomnio! Cobijan, en sus hogares, a «desahuciados de vivienda y empleo» y cuidan, incluso, de los hijos de estos. Usted les conoce. Pero para la sociedad constituyen como una compresa que se utiliza y luego se tira. El egoísmo les explota, sin que importe esa cojera (que hace tan difícil su movilidad) o esa enfermedad, cualquier enfermedad. Y, cuando dejan de ser necesarios, llega la ingratitud y el olvido que oscurecen sus últimos días...
Contigo mismo
Héroes en zapatillas
18/09/24 4:00
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