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Las transferencias sanitarias supusieron un antes y un después en la atención a los pacientes que viajan fuera de sus autonomías y que, en muchas ocasiones, puede convertirse en un auténtico caos por culpa de una mala gestión y una peor planificación. No es la primera vez que los sistemas informáticos fallan y muchas personas se encuentran sin poder acceder a sus medicamentos, por lo que la única solución es buscar otra farmacia o desplazarse a otra autonomía, con el agravante de que en algunas de ellas los jubilados tienen que pagar un porcentaje del precio de la medicación, cuando en su lugar de residencia es gratuita.

¿Dónde va a parar ese dinero? Porque, seamos sinceros, nadie se pone a reclamar por uno, dos o tres euros, ya que la burocracia que implica disuade a cualquiera. ¿Y si es necesario un transporte en ambulancia? Si el estado del enfermo lo permite se cambia de vehículo en la ‘frontera’ entre ambas comunidades, aunque sea por unos kilómetros, eso, o quedarte donde estás de vacaciones. ¿Y para este sinsentido se descentralizó la Sanidad?