Frente a la adversa situación de la DANA, que azotó con inusitada violencia la isla y en especial los municipios de Es Mercadal y Alaior, es encomiable destacar la celeridad y efectividad con la que ha actuado el Consell insular de Menorca bajo la firme dirección de su presidente, Adolfo Vilafranca. La pronta movilización de recursos, que ha supuesto la asignación de 2 millones de euros destinados a las zonas más afectadas, es testimonio irrefutable de un liderazgo comprometido con el bienestar de los ciudadanos.
Resulta especialmente loable que, en un contexto donde la tardanza gubernamental suele ser la norma en la gestión de emergencias, el Consell de Menorca y el conseller Simón Gornés hayan sabido actuar con la diligencia que la situación exigía. Esta rápida intervención no solo mitigará los efectos del desastre, sino que sentará un precedente de buena gobernanza.
El Govern balear también ha anunciado su compromiso con la reconstrucción de las infraestructuras dañadas, lo que constituye un avance significativo hacia la recuperación integral de la Isla. Sin embargo, queda aún en el aire la respuesta del Gobierno central, cuya actuación será crucial para asegurar una restauración sostenible. Pedro Sánchez sigue de vacaciones; lleva así varios años. Quizás aún sufre de jet lag y amnesia, a las que lamentablemente nos tiene acostumbrados.
No obstante, en medio de la vorágine, la oposición del Consell ha vertido duras críticas contra nuestros dirigentes, acusándoles de inacción y descoordinación en la gestión de la emergencia, lo cual es una falacia de supresión de evidencia, ya que ocultan y minimizan detalles relevantes. Ab initio, el Consell tomó medidas inmediatas para asegurar que la población estuviera debidamente informada y protegida. La efectividad de los servicios de emergencias es una prueba incontestable. El Consell se mantuvo en constante contacto con la Dirección General de Emergencias y los alcaldes de las zonas afectadas.
Resulta preocupante que ciertos actores políticos utilicen estos momentos de crisis para sembrar discordia y desconfianza en lugar de contribuir de manera constructiva. Hacer política desde la mala fe en situaciones tan críticas es, en efecto, un acto mezquino que solo sirve para alimentar el desencanto ciudadano hacia la clase política. La oposición debería dejar de lado las diferencias y centrarse en lo verdaderamente importante: colaborar en la reconstrucción de Menorca y en la protección de sus ciudadanos. Es momento de sumar esfuerzos, de apartar los intereses partidistas y de trabajar conjuntamente por el bien común.