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Con esto de los vídeos virales que pululan por internet puedes deducir quién es un cenutrio de tomo y lomo.  Pongamos el caso del vivales ese de Valencia que debía entrar en prisión esa misma tarde y que por la mañana le dio por grabarse en directo, como persona cabal e inteligente que demuestra ser, en una plaza jactándose de que no iba a entrar en la cárcel.  Decía textualmente: «me esperan esta tarde a las ocho, vas a entrar, dicen, pero no creo».  A veces que creas una cosa no significa que se vaya a cumplir porque este mundo no se rige exactamente por las creencias personales, y la policía localizó la grabación, se personó allí en minutos ya que tenía cinco reclamaciones judiciales, dos con entrada en prisión, y lo metieron en un furgón policial. Hala, chico listo, para los calabozos hasta la hora de entrada.  Muchas veces nos quejamos de la tardanza de la policía cuando se la precisa, pero en esta ocasión todos estaremos de acuerdo que la eficiencia, naturalmente acompañada de la escasa sustancia gris del sujeto, ha sido meteórica.

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Sin embargo, luego surgen nuevos interrogantes por comparación. ¿Y con Puigdemont? Porque él también en cierta medida avisó de que no entraría en prisión, durante siete largos años siempre se ha jactado de ello como capitán de las sardinas que es.    Además, fue grabado por cientos de cámaras, dando un mitin rodeado de miles de personas y, ‘voilà’, como el truco de un prestidigitador, desapareció con los Mossos rodeando todo el entramado.    Eso me lleva a pensar que no ha debido ser la única vez que ha pisado Cataluña en todo este tiempo.    Pero también creo que si lo hubiese hecho, como buen memo que es, se hubiese jactado en algún vídeo alardeando del alcance de su peluca.    A veces los delincuentes de medio pelo se parecen en demasía a esta especie de políticos. Lástima que las fuerzas del orden no sean tan veloces cuando se trata de detener a estos especímenes.