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El comisario europeo, jefe de la diplomacia, es un personaje importante en Bruselas que ha llevado a cabo una labor ingente en un mundo en crisis. La invasión de Ucrania, el genocidio de Gaza, la ampliación de la OTAN, la permanente provocación de Orban en Hungría y cien problemas más de este tiempo convulso.

Desde que dejó el Gobierno de Pedro Sánchez para dar el salto a Europa, ha mantenido una exquisita discreción con la política interna. Pero, para entender sus últimas declaraciones sobre el «concierto catalán», conviene recordar su coraje y su apoyo a la Constitución y el Estado de derecho frente al referéndum y la declaración posterior de independencia.

Borrell es militante del PSC y tienen derecho a comentar su visión sobre el contenido y alcance del pacto de su compañero Salvador Illa con ERC, que le ha llevado a la presidencia de la Generalitat. Y, aunque no fuera afiliado al PSOE , como ciudadano de la calle puede expresar, por muy mal que le siente a la ministra Montero, su convicción de que por muchas piruetas verbales las cosas tienen un nombre. En este caso: Concierto.

Bastante tarea tiene por delante la ministra de Economía para explicar a los presidentes autonómicos de su partido que los 30.000 millones que va a recibir Cataluña tras el pacto son -«simplemente»- una financiación singular. Y que el hecho de traspasar la recaudación de impuestos, la gestión de los mismos y el aporte al fondo común no es lo más parecido a un concierto económico.

Como no se han hecho públicos todos y cada uno de los puntos del acuerdo y como, además, ERC tiene que vender a sus bases los beneficios de colocar a una socialista al frente de la Generalitat, lo que dice Montero lo contradice Marta Rovira. No solo eso, si no que, cuando no les gustan las explicaciones de Madrid, amenazan con no apoyar a Sánchez en el Congreso.

Por edad y trayectoria, Josep Borrell está más cercano a la generación de Felipe González. Esa «partida de pepitos grillos» que incomodan tanto en Ferraz y en Moncloa. En sus tiempos el apoyo a los nacionalismos fue mucho más matizado y la solidaridad interregional fue siempre intocable. El modelo confederal al que, según Borrell, ya hemos atravesado, necesita una modificación legislativa para la que no hay mayoría. No ha dicho ninguna barbaridad el jefe de la diplomacia europea. Así que: un poco de respeto.