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Preguntados los españoles en encuestas recientes acerca de su nivel de felicidad, el 80,4% se declara feliz. Un porcentaje de lo más favorable, pues. No me canso de decir que no sé a quiénes se les ha preguntado, puesto que estas encuestas siempre me hacen dudar, al no conocer a nadie que se pueda incluir en esta estadística. A mí nunca me preguntan, por poner un ejemplo. Pero bueno, me alegra saber que tantos españoles se consideran tan afortunados, a pesar de los posibles problemas económicos o de salud. Algunos extranjeros afincados en España piensan que los españoles son tan felices porque no viven para trabajar, sino que trabajan para vivir. Esto les lleva a dedicar un tiempo muy considerable al ocio.

El día no suele terminar con la jornada laboral; aquí siempre se dedica un rato importante a las aficiones o simplemente a salir a despejarse del horario de trabajo. Incluso he leído por ahí que a los españoles la felicidad les sale por las venas. Y esta es una de las razones por las que tanta gente de afuera visita el país. Incluso en lugares tan lejanos como Corea o Brasil consideran que los españoles saben disfrutar de la vida. Siempre hay un momento para salir a tomar la última cerveza, ir al gimnasio o simplemente dar un paseo. Y desde luego, lo que se está poniendo de moda es decir que si algo es bueno es porque lo llevamos en las venas.

Yo misma, este verano me he enterado -igual que ustedes, supongo- de que los mallorquines llevamos la cultura en vena, idea que me ha sorprendido enormemente, pues yo lo que pensaba era que los mallorquines lo que llevamos en vena es un hotelero en potencia. Pero por lo visto no voy muy bien encaminada. El volumen de actividades culturales para estos dos meses de verano lo desmienten. Conciertos, exposiciones, cuentacuentos para niños, teatro y visitas guiadas    en museos casi a diario lo demuestran. No llevamos a un hotelero potencial, ni siquiera a un turista pegajoso. No. La masa de eventos confirma, efectivamente, que tenemos la cultura muy metida en nuestros adentros. Y no se hable más.