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Son Bou levantó este martes por la mañana la prohibición de baño en la mayor parte de la playa, tras dos días cerrada por los vertidos fecales llegados desde el Prat. Las intensas lluvias del jueves volvieron a desbordar la zona húmeda, ya de por sí excedida por la acumulación de efluentes artificiales que llegan de las depuradoras de Es Migjorn Gran, Torre-solí y Sant Jaume, que multiplican su actividad en plena temporada turística; y la fuerza del agua acopiada fue tal que se activó la mina tradicional que desaguaba en Talis, cegada desde hace años.

Se abrió de forma natural casi tres meses después de la apertura artificial de una zanja para conectar el Prat con el mar y vaciar el agua estancada que empezaba a suponer un problema de salud pública. En ambos casos, el agua acumulada en la zona húmeda acabó desembocando en la playa y obligó a cerrar el arenal: la coloración oscura y finalmente el resultado desfavorable de las analíticas confirmaban que el agua no era apta para el baño.

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En julio del año pasado ya se prohibió el baño en la zona de la gola de Son Bou, próxima a los bañistas, donde los estudios corroboraron que el agua contenía altos niveles de bacterias enterococos intestinales. En julio de 2022, la situación en la lengua del Prat era la misma: una balsa de agua oscura y maloliente poblada de restos sólidos. Y la historia se repite si echamos la vista atrás varios años.

El Ayuntamiento ha descartado en todos los casos que exista problema alguno: afirma que las tres depuradoras funcionan correctamente y que no hay ninguna anomalía ni irregularidad, a pesar de las advertencias de residentes y empresarios de la zona. Desde el Consistorio indican siempre que se trata de agua estancada y de algas, de excrementos de animales que habitan el Prat de Son Bou. Ya sean depuradoras superadas o heces de patos... Algo pasa en Son Bou.