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La isla vive ahora su plenitud turística. Normal. El cenit de la temporada va desde los primeros días de julio hasta el 20 de agosto, more or less. Son unas semanas de ajetreo en las que la isla cambia de piel y transforma su habitual calma genética para convertirse al cosmopolitismo. Y eso molesta a algunos puritanos de la tranquilidad, a los amantes del aislacionismo o a los que pretenden usufructuar el poc a poc en beneficio propio.

Son esos menorquines que todavía no han descubierto la piedra filosofal que nos permitiría vivir del turismo pero sin padecerlo (¡Qué razón tuvo el famoso periodista al pontificarlo!). Son los que aún sueñan con ‘anar a romandre a sa caseta, a fer una caldereta, pop amb cebes i prou vi’. Son esos a los que representan esas casetes que resisten, gloriosas, románticas e inasequibles al desaliento de los tiempos pasados. Ahí está Es Murtar, Sa Mesquida, Es Grau, Cala Alcaufar (por favor, Alcaufar), Es Canutells, Biniancolla, Sa Farola, Cala Sant Esteve, Na Macaret y ... Ca n’Adrover a Calescoves. Es aquella «Menorca, blanca y azul» tan querida pero ya tan imposible porque la realidad es tozuda: buena parte de los menorquines viven del turismo por lo que solo es necesario nivelar la explotación que permita la subsistencia agradable sin impedir la conservación.

Pero sigamos. El verano menorquín convierte la Isla en punto de encuentro con antiguos amigos que vienen aquí a pasar unos días. Y a veces te apetece agasajarlos. Y es entonces cuando reservar en alguno de los supuestos restaurantes Premium de esta parte de la isla (Mahón y alrededores) se convierte en una auténtica tortura.

Miren. El pasado domingo día 11 quisimos reservar una mesa para el martes dia 13 (no somos supersticiosos) para cuatro a las 20.30 h. des fosquet. Objetivo: cenar con unos antiguos y buenos amigos catalanes. Les cuento: la primera llamada fue al Amagatay, ese hotel rural precioso en Torralba d’en Salord (Alaior). Primera desilusión: solo disponen de una mesa a las 19.30h. Demasiado pronto porque los amigos vienen de Ciutadella. El segundo intento es el Pintarroja en Es Moll d’en Pons, Es Castell. Tampoco tenemos suerte en este local ahora de moda (por descender de El Bulli aunque con platos normalizados). Todo reservado. ¡Qué espectacular es cenar al borde mismo del mar mahonés! ... aunque se tenga que aparcar el coche a casi un kilómetro de distancia…

Probamos también en Sa Punta en el mismo y querido Es Castell, ahora bajo excelente dirección francesa y con unas vistas majestuosas sobre la entrada del puerto de Mahón. ¡Qué fácil es imaginar allí las influencias que entraron a nuestra isla durante el siglo XVIII y que marcan la isla actual a pesar de los camuflajes interesados de los fanáticos de 1287! Para el martes 13 solo pueden ofrecernos una mesa a las 15.30 para comer, no hay disponibilidad para cenar. El cuarto intento es Sa Pedrera des Pujol bajo la excelente dirección de Dani Mora. También horarios disponibles incompatibles. Llamamos también a s’Arjau en el Puerto de Mahón, siempre una elección acertada y gratificante. Lamentándolo mucho solo disponen de una única mesa para el viernes día 16. No nos cuadra, claro. Y así hasta 8 restaurantes. Todo lleno. Solo al final nos sonrió la fortuna: nuestra frustración gastronómica acabó cuando conseguimos una de las últimas mesas disponibles en Sa Parereta d’en Doro, otro excelente lugar, muy tranquilo y con mesas lo suficientemente separadas para no agobiarse con los vecinos. Cena satisfactoria y precio moderado dentro de su gama.

Habrá restaurantes en la Isla que esta temporada no hayan cubierto sus expectativas, y lo lamento, pero hay otros muchos, los de precio más elevado, que han estado petados durante toda la temporada. Como ya viene siendo habitual en los últimos años.

¿Será cierto que Menorca se encamina al fin hacia un turismo de calidad? Todo lo que se enfoca a este tipo de turismo se llena. Habrá que aprender la lección. Y eso nos lleva a diversas consideraciones.

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Un reciente escrito del GOB me sorprendió agradablemente porque elogiaba al complejo Cap de Menorca en Llucalari donde, de la mano del capital francés que también explota Can Faustino de Ciutadella, han construido en aquel acantilado alayorense una oferta de muy alto standing que antes cosechó la oposición del grupo ecologista. ¿Significa esto que ahora incluso los ecologistas extremos aceptan el turismo de calidad para la Isla que algunos predicamos desde hace décadas? Pero ¿significa eso también que la izquierda quiere ahora imponer un numerus clausus para defenderse de la masificación? Y surge la polémica: ¿Debe ser la Isla solo para los muy ricos? ¿Conservar la Isla conlleva prohibirla para los menos pudientes económicamente para evitar esa famosa e inexistente masificación? ¿Y los residentes? ¿Cómo compatibilizar la conservación y el beneficioso turismo elitista con el derecho a disfrutarla de todos, también los residentes? Arduo problema. Excelente tema para un futuro Foro de la Isla del Rei. Menorca ¿solo para ricos? De nada.

Notas:

1- Sánchez compra la Generalitat: No es muy de izquierdas promocionar la desigualdad entre ciudadanos.

2- No es muy de izquierdas fardar de vacaciones en un palacio en Lanzarote cuando al lado tienes a miles de inmigrantes encapsulados en centros de acogida.

3- PP: No es muy diligente declarar que la situación es de emergencia nacional pero convocar reunión para dentro de 3 semanas.

4- So sorry: ¿Cuándo darán una rueda de prensa conjunta el PSOE, el PP y Més-Manco per Menorca para pedir perdón al pueblo por el enorme error cometido con la recogida de las basuras ‘cubo a cubo’?

5- ¿Cuándo dirán «lo hicimos con nuestra mejor voluntad pero reconocemos que nos hemos equivocado»? «Perdón por las molestias causadas a tanta gente y por tanta suciedad permitida. No era nuestra voluntad».

6- Más difícil será decidir qué se hace con el dineral invertido en esa chapuza sucia, utópica e incómoda.