Se llama Gabriel Mulet Panizza y acaba de publicar en Medialuna Editorial una novela negra titulada «La trama Schäfer» sobre la corrupción en el mundo del arte. Pero Gabriel Mulet Panizza es un hombre polifacético. En primer lugar, y para guardar las espaldas –o nadar y guardar la ropa— es un alto ejecutivo de la Coca Cola en Mallorca. Fue a través de ese trabajo que yo le conocí, en uno de sus viajes relámpago a Menorca, puesto que todos los años se afana en conseguir que el concurso de redacción escolar que organiza la empresa alcance buenos resultados. Hombre joven, supongo que de juventud indefinible, casi con chupa de rock and roll, jovial, interesado en todas las artes. No es exageración.
Antes de publicar su primer libro fue pintor, no sé si con influencia de Francis Bacon o de Gustav Klimt. La portada de la novela negra y la trama de la «trama» (repito: «La trama Schäfer») que ha realizado él mismo se inclina hacia Gustav Klimt, pintor simbolista austriaco que solo vivió 55 años y revestía de exotismo y de pan de oro sus cuadros. Su ambición –sana ambición— la desvela en sus manifestaciones acerca de su obra pictórica: «ahondar en las fuentes y el sentido de la vida» (casi nada). Pero lo cierto es que sus cuadros tienen la energía y la garra necesaria para dar esa visión propia del mundo que a todos los artistas se les exige, esa autenticidad. Pero Gabriel Mulet Panizza no se detiene ahí. Rasga la guitarra, acústica o eléctrica, y canta composiciones propias de estilo rockero en castellano o español que podrían hacer las delicias de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Ahí está, desgranando acordes sincopados y haciendo modulaciones de voz como el más pintado, a dos pasos del paraíso.
Entiendo la múltiple dedicación de este hombre, es necesario moverse lo más posible en esta vida antes de que nos llegue la inmovilidad definitiva. Lo dijo el propio Paul McCartney, cuando le preguntaron por qué hacía giras musicales y siempre nuevas canciones, dijo algo así como: «¿Qué quieres, que me quede en casa sentado viendo la tele?». No, yo prefiero que como Gabriel Mulet Panizza persevere en todos los sentidos del arte y de la vida, que corra de las letras a las músicas y a las imágenes hasta echar los bofes, y que lo celebre bebiendo Coca Cola en los entreactos y cultivando la amistad. Entonces, cuando llegue al final, podrá decir que ha vivido, que ha exprimido hasta el máximo el jugo de la existencia y que ha probado tanto la almendra dulce como la amarga.