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La aparición y fuga impune de Puigdemont no tiene otra explicación que un acuerdo tácito entre Junts, ERC y el Gobierno de Sánchez: nosotros te dejamos que montes tu astracanada a cambio de que permitas la pacífica investidura de Illa. No hay por qué echarle la culpa a los mozos cuando el forajido se pasea entre la multitud arropado por el presidente del Parlament y otras autoridades, policías desleales colaboran en su nueva escapatoria, la policía estatal está ausente y en el ambiente se respira que hay un acuerdo político. ¿Por qué los mozos se van a poner contra el mundo si además saben que sus jefes políticos se han hartado de llamar prevaricador y fascista al juez que ordena la detención? Los responsables de la astracanada no han tenido en cuenta el desprestigio que para el Estado de derecho significa esta burla al orden establecido. «Una mínima exigencia para no ser un Estado fallido es que haya eficacia policial y judicial y ayer, delante de toda la ciudadanía y de todos los países de la UE pareció que damos un paso atrás», afirma el magistrado F. Portillo. El objetivo indepe está bien claro: sacar lo poco del Estado que queda en Cataluña y dotarse de las últimas estructuras de Estado que les faltan.

Ahora ha perpetrado otra de sus fechorías. Sin estar facultado legalmente para ello, solo para que el socialista Illa sea investido president, ha firmado un concierto con ERC consistente en la ruptura fiscal con España. Un nuevo atropello a la igualdad, la solidaridad y la lealtad constitucional. En el colmo del descaro nos dice que el acuerdo es bueno para Cataluña y bueno para España. Falso: es bueno para los indepes, bueno para él y un atropello para todos los demás. Sánchez traiciona, así, los propios objetivos del PSOE: transformar la sociedad para convertirla en una sociedad libre, igualitaria, y solidaria e incumple los más elementales deberes éticos.