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Hace unos días estuvimos en la hermosa Jamma de nuestra historia. Reconozco que siempre me ha gustado su ‘Ciutadella vella’. Tiene una personalidad abrumadora. En sus calles se respira historia, nobleza y un punto de religiosidad. Y no solo por las iglesias y demás detalles decorativos que hay sino por esa sensación anímica que levita en el aire que se respira. ¿Será por ser sede del Obispado de la isla o por las influencias de María Auxiliadora? ¿O por la presencia gaseosa de San Juan Bosco? ¿O por la estela de Calós y Calás?

Aunque no se necesita una razón especial para visitar este bello lugar, en esta ocasión sí la había. Y no solo una sino dos. La primera era visitar la exposición del amigo Carlos Mascaró, cuya pintura me fascina y me deja noqueado estéticamente hablando por su meticulosidad y detalle renacentista. Visitamos pues el Espai Xec Coll donde Carlos expone ahora de la mano de otro artista, Damià Coll, que basa su obra en la fotografía retocada consiguiendo unos efectos realmente espléndidos. Su obra, basada en parajes de nuestra isla, también me subyuga por la paz y tranquilidad que trasmite. Dos grandes artistas menorquines y una visita muy recomendable.

Y después visitamos el Palau de Torre-saura. Hacía ya mucho tiempo que quería conocerlo y surgió la ocasión cuando hace unos días su restauradora, Silvia Soler, me ‘recordó su existencia’ y los meritorios trabajos que realizan allí bajo la dirección de la experta mano de Toni Camps Extremera de la empresa Talaia Cultural.

Hace años que conozco a Silvia porque me ha restaurado varias obras y siempre a plena satisfacción. Vital y activa es una buena profesional siempre demasiado ocupada para solucionar las urgencias que le llegan.

La visita a este palacio debería ser obligada para quienes se interesan por la historia de Ciutadella y Menorca. Construido a principios del siglo XIX (1839) no destaca por su antigüedad (menos de dos siglos) aunque sí por su prestancia estética y por la influencia que ha tenido en la vida social de la isla. Y por la imagen de nobleza que, junto a los otros palacios y casas señoriales, aporta a la ciudad.   

Silvia nos introduce en la sala al lado de la cocina que se ha convertido en sala de restauración de muchos de los documentos que atesora el inmenso archivo de esta Casa palaciega. Vemos como va ‘planchando’ (literal) documentos antiguos para luego archivarlos y conservarlos en mejor estado.

EL RECORRIDO DE LA VISITA se inicia en la planta baja del edificio cuya escalera noble te traslada a tiempos de sagas familiares pasadas. Antes, en una salita de esa planta baja, frente a la cisterna interior, se emite un audiovisual espléndido que resume la historia del condado y de las familias de sus habitantes, una saga de seis condes hasta la desaparición de esta rama de la familia Olives hace unas pocas décadas por falta de descendencia. El título pasó entonces a la rama Salort, siendo hoy el amigo Carlos de Salort quien ahora ostenta    el VIII condado.

El llamado Salón del Trono del palacio guarda el recuerdo de la visita de la Reina Isabel II, quien durmió en una de las habitaciones adyacentes en su visita de 1860. También estuvo aquí Alfonso XIII y, más tarde, su hermana La Chata. El Gran Salón destaca por su amplitud y por los adornos decorativos de sus paredes testigos de varios acontecimientos históricos. El comedor coqueto y magníficamente conservado respira aún aires familiares.

El recorrido por sus salas incluye explicaciones y evidencias de las relaciones que siempre mantuvo el Condado Torre Saura con los Reyes de España desde que Fernando VII concedió el título condal a Bernat Ignacio de Olives y Olives en 1818. El edificio del palacio se construyó sobre el edificio de la antigua Casa Quart cuyos descendientes se unieron a los linajes Olives y Riudavets según blasona el escudo sobre la entrada de carruajes de la plaza del Born como parte central de su fachada neoclásica y toque italianizante.

Uno de los episodios más impactantes de este palacio ocurrió durante la II República cuando, convertido el edificio en sede de la comandancia republicana fue testigo de ‘Sa girada’, la sublevación nacional del 8 de febrero de 1939 en Ciutadella. El teniente Juan Thomás Riutort (revelado como fiel al bando nacional) se presentó en el edificio para rendir al comandante republicano Marcelino Rodríguez quien al verlo y sin más le disparó hiriendo al teniente. Éste, desde el suelo, le disparó a su vez y le dio muerte allí mismo cayendo su cuerpo    desde lo alto de la escalera. «La sublevación de Ciutadella, la consiguiente rendición de la isla y la huida al día siguiente de 452 refugiados republicanos a bordo del ‘HSM Devonshire’ hacia Marsella    y de otros 75 a Argel en el velero ‘Carmen Picó’, ponían fin a uno de los más trágicos y postreros episodios vividos en Menorca durante la Guerra Civil».

En resumen, una visita espléndida a un palacio espléndido.

Y después de sumergirnos en la historia nos restauramos ligeramente, y a precio moderado, en un conocido local cuyos mejillones (con un toque de soja) y un ‘tartar’ de salmón con aguacate son espléndidos. Y así pasamos una mañana llena de arte, historia y tradición. Una mañana maravillosa en Ciutadella.

Notas:

1- ¿No saben ‘aquell que diu… había un Mosso d’Esquadra…?

2- ¿Cuándo se disolverán, por inútiles?

3-    ‘Ho tornarem a    fer! …… ¡I, sí, ho ha tornat a fer!..... ¡Ha tornat a fugir!

4- ¡Oye, Carles, tío. Mira, te vienes, das tu mitin y te largas rapidito. Ya se han dado las órdenes oportunas, no te preocupes. No conviene que te detengamos hasta que el Constitucional te aplique la amnistía!    Y así me sigues apoyando en el Congreso y    todos contentos. ¡Qué bien! ¿no? Pues sí,    Pedro ya está Maduro.

5-    Trash: Mahón-Georgetown. ¿Cuándo rectificaran? Ya vale, ¿no?

6- Le Senne: «Cuando cortan las cabezas de los que sobresalen solo quedan los enanos»(A. Solzhenitsyn).