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Dice Trump que no sabe si Kamala Harris es negra o india, pero no tiene en cuenta que los demás tampoco sabemos lo que es él, un simple palurdo con pasta amante de los rifles o un rico botarate que cree que España está al lado de México. El mismo botarate que no sabía quién era Abascal y lo miraba con cara de este chico me suena de algo mientras el bueno de Santi sonreía con mirada de agradecimiento de perrito faldero. Aunque no saber quién es este último tampoco es algo que se debe analizar con lupa y sí congratularse de ello. En un principio, a mí me hubiera gustado no saber quién era Alvise Pérez, con ese nombre me parecía un extremo izquierda del Almería que corre y corre la banda sin la pelota, por ejemplo, o un gregario en un equipo ciclista de la Vuelta a España que pedalea y pedalea hasta dejar paso a los sprinters. Luego presté atención a los 800.000 votos que consiguió su partido de la Fiesta y lo escuché un breve minuto.

Suficiente para saber que éste sí había acabado los estudios y no era un ignorante a lo Trump, pero también suficiente para reconocer a un vil manipulador con ínfulas de grandeza que basa todo su «código ético» en el ataque desaforado y sin sentido y que de extremo izquierda no hubiera tenido futuro en el Almería, pero tampoco de extremo derecho porque para ganar partidos ha de correr la pelota y no sólo tú. Sus bulos son propios de parvulito y son fáciles de desenmascarar, pero los sigue soltando porque lo único que aprendió en primaria es a escribir dictados con la única misma frase durante páginas enteras. Sería muy sencillo idear bulos de Alvise simplemente porque cuadra con todo lo deleznable que uno se pueda encontrar en la España rancia y casposa que, lamentablemente gracias a este tipo de personajillos de corral, cobra virulencia y se aúpa en los medios de comunicación. Y aún así no lamento saber de él, porque uno necesita durante la semana bufones que le ayuden a evadirse.