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Si no fuera porque raya lo trágico, leer la prensa u oír las noticias de nuestro país y por ende las del mundo, dan ganas de coger la maleta y a lo Mafalda decir «que pare el mundo que yo me bajo».
Si nos centramos en nuestra pequeña isla, el panorama es también bastante penoso… cansados estamos de que las disputas de nuestros gobernantes sean solo eso «disputas»; ¡siempre a lo gallináceo! ¡Tú has hecho eso! ¡Eres mentiroso! ¡No voy a dimitir! Ha actuado en el ámbito privado y eso no merece su dimisión!... Pero ¿a qué jugamos?

¿De verdad que en este circo de desatinos y mala baba, ninguno de ellos se cuestiona sus maneras?

¿De verdad que saben cuál es su papel frente a los ciudadanos?

¿De verdad están en esos cargos para proteger y hacer que los ciudadanos tengamos mejores opciones?

¿De verdad que no están hastiados de sus comportamientos públicos… y privados?

¿Para cuándo un poco de sosiego y entrar en una nueva manera de hacer, en una nueva manera de hablar, de actuar, de comunicar?

¿Alguna vez se preguntan cuál es su aportación a la sociedad?

¿Alguna vez serán capaces de acercarse al contrario, políticamente hablando, y con generosidad escuchar su opinión (que seguramente es diferente a la suya) y valorar lo que se dice?

¿Creéis que duermen bien?

¿Cómo pueden no sonrojarse cuando hoy dicen A y pasado mañana defienden B?
Sinceramente, nos han desengañado.

La única esperanza es que hay unas pocas personas, en este campo de la gobernanza y los partidos políticos, que se avergüenzan de sus propios compañeros y que siguen intentando que no se arrastre a nuestro país a la misma situación que aquellos países donde los gobiernos hasta salen con chichones de sus parlamentos.

Animo a las personas que lo están intentando a que no desfallezcan… y que sigan intentándolo.
Y en ese intento que se pongan la chichonera.

Estoy con vosotras.