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¿Medias verdades son medias mentiras? ¿Nos fiaríamos de alguien que intenta engañarnos al no contarnos toda la verdad? Posiblemente sí, si fuera este lo suficientemente astuto para hacernos creer que la información ocultada no ha sido a propósito. Un descuido, vamos. Y la administración española, lo es. Astuta me refiero.

El tema tan de moda últimamente del ‘puerta a puerta’ conlleva mucha mentira. Muchas medias verdades.    Muchos descuidos. La bandera enarbolada del ecologismo, el cambio climático, de la agenda 2030, de la p... en vinagre, ya empieza a oler. Y nunca mejor dicho. Ya no se acuerdan de las vacas de Milà, pero sí de los incendios y de la saturación de la zona.

Que reciclar es también un negocio, nadie lo puede negar. Y que hay muchas formas de reciclar, pues también. Que todo lo que se selecciona adecuadamente es un negocio para la empresa adjudicataria, pues sí. Que si el trabajo de separar en origen lo realizamos los propios ciudadanos les sale más rentable a las empresas, pues también. Que se separa más con el ‘puerta a puerta’ que con los contenedores de colores, pues evidentemente. Y la conclusión, pues la dicha, más negocio para la empresa.

¿Sabemos quiénes están tras las empresas del reciclaje? Pues seguramente alguien que debe estar tras la Agenda 2030. Europea. Vamos, creamos el problema y le damos la solución escogida. Lo que se suele decir, blanco y en botella. Aunque siempre haya detractores de ello. La leche de coco, me refiero.    Blanca, pero no es leche.

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En Mallorca convive el ‘puerta a puerta’ con la incineradora. Vamos, que lo que no se recicla -negocio para la empresa- se quema -produce energía-. Vamos, que no hay saturación ni contaminación. Ni plástico que viva mil años.

Menorca tiene que ser diferente en todo. Tenemos una planta desalinizadora a medio gas y unos pozos investigados judicialmente. Tenemos unas placas solares que o bien molestan a la vista de algunos o no podemos conectarlas a la red por falta de cable. Unos molinos que espantan a las gaviotas y esto tampoco es bueno. Playas sin arena, pero con más coches que habitantes. Y ahora, nos obligan a que hagamos el trabajo de los demás. Y encima, pagando más impuestos. Y sin incineradora.

¿Por qué no han elegido otro sistema, por ejemplo, el propuesto por el Ayuntamiento de Sant Lluís, de contenedores inteligentes recompensando al usuario que lo hace bien? Porque no nos engañemos, el famoso ‘chip’ lleva añadido el gravamen del impuesto, sin concretarse aún en la ordenanza. Primero la información. Luego, la cocina. Y después, la sorpresa.

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