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El que un personaje como Miguel Bosé promocione un acto en defensa de las llamadas pseudoterapias, que no son otra cosa que un fraude, es un espaldarazo a los que se dedican a difundir tratamientos alternativos, sin base científica alguna. Creerse a estas alturas que el dióxido de cloro cura enfermedades como al autismo o la fibromialgia, es muy preocupante y supone un peligro para los que, animados por estos charlatanes, ingieran el tóxico que lo único que provoca son graves problemas de salud. Seguir a curanderos como Josep Pàmies, que «acaba con el cáncer» mediante plantas; negacionistas como Bosé, con nulos conocimientos médicos o farmacéuticos, o doctoras como Nadiya Popel Vyrstyuk, expulsada del Colegio de Médicos de Balears por poner en riesgo la seguridad de los pacientes por la utilización de productos como lejía o disolvente industrial, es un dislate y un símbolo de la sociedad en la que vivimos, en la que las redes sociales están llenas de «expertos» a los que la gente sigue ciegamente, algo contra lo que hay que luchar firmemente.