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A la búqueda de la ciudad sostenible que ofrece calidad de vida a sus habitantes sin poner en riesgo los recursos para el futuro    andan todos los alcaldes de los países desarrollados.

En ese propósito resulta prioritario vaciar de vehículos los centros urbanos y devolver aceras y calzadas a los peatones convirtiéndolas en espacios amables. Para alcanzar ese objetivo la disuasión pasa por acechar el bolsillo del contribuyente.

Los hay que lo consideran una simple estrategia para incrementar la recaudación municipal pero cierto es que las multas nos hacen estar más atentos, por ejemplo, a la hora de aparcar.

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En ese modelo de sostenibilidad, las bolsas de aparcamiento son un bien preciadísimo, en tanto que, progresivamente, siguen desapareciendo los estacionamientos antes habilitados en las calles. Ciutadella no sabe dónde ubicar las plazas que desaparecerán cuando se peatonalice de una vez Es Born, Alaior ha tenido problemas de alquiler con los propietarios de varios parkings del pueblo, y Maó acaba de anunciar un controvertido cambio en la regulación del parking de Es Freginal.

Asegura el equipo de gobierno que para favorecer la rotación de vehículos en esa superficie ideal incrementa las tarifas de 45 estacionamientos y limita su uso a dos horas. Argumenta quejas de comerciantes y vecinos, poco conocidas hasta ahora públicamente, para subir el precio de la hora de 0,20 a 1,20 euros. Si el motivo era la rotación, ¿por qué aumentar el precio?

Viene al caso recordar la pérdida de los cuantiosos ingresos que han supuesto los radares de Vía Ronda y Sant Climent, arrebatados al Ayuntamiento por la DGT. Seguramente no tendrá nada que ver, pero es inevitable relacionar una medida con la otra aunque la compensación sea menor. Todo sea por la sostenibilidad.