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El sin embargo aún presidente de los EEUU, señor Joe Biden, aseguró enfáticamente hace unos días que sólo si se lo solicitaba el Todopoderoso, es decir, Dios Nuestro Señor, aceptaría él retirarse de la carrera electoral, renunciaría a seguir haciendo el ridículo, y permitiría que su vicepresidenta Kamala Harris, a la que ha mantenido casi en la invisibilidad durante todo su mandato, se batiese en solitario contra la bestia de Trump, muy crecida desde que un tipo de Pensilvania le rozó la oreja a distancia. Y como no tenemos por qué dudar de la palabra del todavía presidente de los EEUU, la gran noticia es que, en efecto, el Todopoderoso intervino finalmente en ayuda de los Estados Unidos de América (del mundo, por así decir), y aunque tarde y mal como es su costumbre, logró convencer al achacoso Biden para que depusiera su actitud resistente y se aviniese a razones.

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Ignoramos qué argumentos usó Dios Todopoderoso para este milagro, pero como el dios de Biden, mira por dónde, es el bíblico Dios de Abraham y Moisés, al que profesa obediencia absoluta según se ha demostrado últimamente, nos lo figuramos perfectamente. Ciertos analistas desconocedores de la teología creen que ya es demasiado tarde, a buenas horas, pero lo cierto es que para tratarse del Todopoderoso ha actuado con inusitada rapidez, porque para Él cuatro milenios son un instante, una cabezadita (el silencio de Dios), y nunca se le había visto intervenir en cuestión de semanas. Los republicanos, por su parte, consideran que esta intervención divina les facilitará más las cosas, porque para su jefe ganarle a Kamala está chupado. Quién sabe, los designios de Dios son inescrutables.

Pero lo importante de esta noticia es que ha intervenido, tarde y mal pero con éxito, el Todopoderoso, y esto es algo que no sucedía desde Dios sabe cuándo. Miles de años. Y lo ha hecho, qué coincidencia, precisamente en Estados Unidos, razón por la que yo, que intentaba un comentario de política internacional, me encuentro ahora redactando una reflexión teológica. Bueno, es igual. No está mal dar gracias al Todopoderoso en estos tiempos dejados de la mano de Dios. ¿Gracias por qué? Por no ser estadounidenses, claro.