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Es tiempo de buscar y trabajar esperanzas. El momento que vivimos, este presente complejo y difícil, produce una desmotivación profunda, una inquietud existencial que debería tener un contrapeso. Más allá de ese trabajo material constructivo, efectivo y eficiente al que nos moviliza la propia vida, cada uno de nosotros, cada individuo, debería hacer un trabajo personal e íntimo, capaz de generar energías positivas, contribuyendo a encontrar la paz en nuestras vidas.

Actualmente hay muchos movimientos que llaman a la espiritualidad y al encuentro con uno mismo, sumergiéndose en la calma de la profundidad del propio ser, abandonando el ruido exterior y las prisas, procurando acallar el desdén de los tiempos. Momentos de debate interno y de desasosiego que necesitan cierta iluminación.

Escuchaba al fantástico actor Anthony Hopkins en uno de sus monólogos personales e íntimos, desnudo de su papel de actor. Es un hombre agnóstico que, paradójicamente, atribuye el éxito de su vida profesional a «algo divino». Desarrolla sus creencias partiendo de la base de que la vida es una ilusión, un sueño, y asegura que «no sabe nada». Asevera que «albergamos algo, quizás una deidad», porque todo lo que ha pedido íntimamente a lo largo de su vida se le ha concedido, por lo que defiende que la mente subconsciente es una herramienta para nuestro beneficio.

El neurofísico ruso Valeri Slezin descubrió la relación entre la espiritualidad y la neurociencia. Llevó a cabo investigaciones reveladoras sobre cómo la oración cristiana afecta a la actividad cerebral. Su trabajo en el Instituto Bekhterev de San Petersburgo ha proporcionado una comprensión más profunda de los mecanismos neurofisiológicos que se encuentran tras la oración y su impacto en la salud mental.

Uno de los descubrimientos más destacados de Slezin es lo que denominó la «cuarta etapa del hombre». Esta etapa se observa durante la oración intensa, donde el cerebro entra en un estado caracterizado por ritmos bioeléctricos lentos, similares a los del sueño profundo, pero con la persona completamente despierta y consciente. Este estado es diferente al de las tres etapas conocidas hasta ahora: vigilia, sueño REM y sueño no REM.

Valeri Slezin afirmó que «la oración es un medicamento poderosísimo», explicando que no solo regula todos los procesos del organismo humano, sino que también repara estructuras de la conciencia afectadas. Para demostrar el poder de la oración, Slezin registró electroencefalogramas (EEG) de monjes mientras oraban, descubriendo un fenómeno extraordinario: la desconexión completa del córtex cerebral. Este estado se observa sólo en bebés de tres meses, cuando sienten la cercanía de su madre, lo que les provoca una sensación de seguridad completa.

La ingeniera y electrofísica Angelina Malakovskaia ha llevado a cabo estudios que demuestran que asistir a servicios litúrgicos puede normalizar la presión sanguínea y otros valores medibles en la sangre. Los resultados indican que participar en los oficios religiosos tiene un efecto positivo en la salud física y mental.

Un caso notable es la observación de que, tras el desastre de Chernobyl, en la iglesia del Arcángel Miguel, situada a cuatro kilómetros de los reactores, los niveles de radiación se mantuvieron en valores normales. Este fenómeno sugiere un posible efecto protector de la oración y los rituales religiosos frente a la radiación.

El trabajo del Dr. Valeri Slezin sobre la oración cristiana y su impacto en el cerebro humano representa una confluencia fascinante entre la fe y la ciencia. Sus descubrimientos sobre la «cuarta etapa del hombre» proporcionan una base científica para comprender los beneficios de la oración, no solo como una práctica espiritual, sino también como una herramienta potencial para la salud mental, esa que tan mal se encuentra hoy en día.

A medida que la neurociencia continúa explorando estos ámbitos, el legado de Slezin sigue siendo una piedra angular en la investigación de la espiritualidad y el cerebro que muchos otros neurólogos también defienden.

Creamos en lo que creamos, es una buena inversión rezar y un seguro de salud mental.