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Parece que Francia, país de sociólogos, filósofos y tertulianos, está a punto de culminar la segunda parte de la revolución francesa, pero ahora al revés, es decir, hacia la derecha. Hacia la ultraderecha, para qué nos vamos a engañar. Un giro histórico, aunque a fuego lento, partido a partido, poquito a poco. Como hay que cocinar a las ranas, que así no se enteran de que ya están hervidas. Un manjar muy francés.

Para un afrancesado como yo, eso de que Francia esté ahora mismo peor que nosotros, y sea la locomotora de la ultraderecha en Europa, además de increíble debería ser muy doloroso. ¡La segunda parte de la revolución francesa, casi tan histórica como la primera, es la envidia de todos los fachas de continente!

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Por suerte, a mi edad ya no me duele nada. Sobre todo si me dan tiempo de ir acostumbrándome, y me cuecen como a una rana. Que los franceses hagan lo que quieran, que voten lo que les dé la gana. Ocurren sucesos increíbles a diario, yo he visto cosas que no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión, París infestado de fascistas, la extrema derecha clamando libertad. Como en «Los miserables», pero al revés. Dolerme no me duele, pero eso sí, se te quitan las ganas de cantar «La marsellesa», himno nacional y símbolo de la resistencia contra los nazis. Eso que cantaban en Casablanca los bebedores y aventureros en el café de Rick. «Allons enfants de la patrie/ Le jour de gloire est arrivé». Y se te quitan las ganas porque cualquiera sabe quiénes son ahora esos enfants (et filles) de la patria, o mejor dicho, porque a estas alturas sabemos muy bien quién canta en Francia himnos patrióticos. Los patriotas, cómo no, los ultranacionalistas de Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de Le Pen que el domingo ganó sobrado la primera vuelta de las elecciones legislativas. Y quién te dice que ese día de la gloria no es precisamente el próximo domingo, cuando la segunda vuelta.

Ah, la France. Qué disgustos nos dan a los afrancesados. Y qué giro histórico de guion. Revolución francesa II, quién lo iba a imaginar. Definitivamente, el mundo está del revés, y Francia también. Hasta los símbolos están patas arriba, despanzurrados. ¡Cuántas cosas hemos visto!