Sra. Ayuso: En la cuestión de las recientes visitas del Presidente de Argentina a España, Sr. Milei, se cometieron muchos errores, pero estoy convencido de que el peor fue el suyo al conceder honores a quien probablemente no se los merecía. Creo que le hizo asimismo un triste favor a su partido ¿Qué errores? A saber: que un ministro de nuestra nación acusara de drogadicto a un presidente de otro país soberano, por ejemplo. Porque eso dio pie, y conociendo al personaje, a una respuesta –previsible- por parte de ese presidente. Tal vez esa respuesta era, por otra parte, la que el PS anhelaba para atizar de nuevo a la extrema derecha. Y sí, señora Ayuso, no sé qué hará un obrero español cuando, en Buenos Aires, busque cobijo en su embajada sin embajador. Su retirada fue, a mi entender, una medida desproporcionada por parte del Gobierno español. Tercer error. Pero vayamos al suyo…
Si me lo permite, le diré que adoro Madrid. Que me gustaba, antaño, patearlo. Y le contaré un hecho real vivido en primera persona…
Un 31 de diciembre. Callao. Unos adolescentes contando monedas. Los juzgué mal. ¿Para unas cervezas? -pensé-. Esos adolescentes, no obstante, solo querían comprar una manta en El Corte Inglés para proteger a un anciano, arropado por cartones, que los jóvenes habían visto en la plaza. Les faltaban –les oíste– veinte euros… Se los di. A la mañana siguiente, y no sin cierta emoción, vi al mismo hombre, aferrado a su manta nueva, acariciándola... Seguramente, junto a ella, anidaba aún en ese vagabundo la certeza de que a alguien todavía le importaba su vida (a unos chavales) y de que, a la postre, la esperanza tenía, forma de tela y de socorro ‘no institucional'. Ese también debería ser su Madrid, sra. Ayuso. Ese en el que hay organizaciones no gubernamentales que, en Sol, dan abrazos a quien vive solo y cafeterías en las que un cliente en paro entra y el camarero le obsequia con un cafetito y…
Sra. Ayuso:
Quien esto suscribe no está ya, ideológicamente, en parte alguna. Su único credo es el de los Evangelios. No es mal credo ese, no. Pero modestamente le aconsejaría que le diera una medalla a quien intenta sobrevivir entre cartones o a esos adolescentes a los que les pudieron faltar veinte euros para socorrer a un madrileño y a quien probablemente salvaron… Ese/esos del que/de los que es usted también responsable.
O condecore a tantos que no son Milei.
Este país entristece. Y, como en el juego de la Oca, vamos de error en error. Apena, por ejemplo, cuando JuntsxCat se niega a acoger la parte que le corresponde de niños migrantes menores de catorce años en acto de repugnante indignidad supremacista; cuando los partidos llegan a acuerdos para deshacerlos; cuando se cuelan en decretos irrelevantes asuntos de crucial importancia; cuando…
Pero ofrecer un homenaje a Milei en nada ayuda… Ríndaselo a los abuelos madrileños que acogen a sus hijos; a los obreros sin futuro o a esos desamparados que ocupan, diariamente, todavía hoy, la Gran Vía… O a esos chavales en los que residía, hace unos años, una limpia alma iluminadora…