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Puede que, desde siempre, un Estado haya sido como una enorme tabla de ajedrez. También hoy. De lo que se trata, a la postre, es de salvar al Monarca (y no te refieres a Felipe VI, sino más bien a quien, no siéndolo, se cree rey)… Para conseguir ese objetivo, el dictador camuflado cuenta con torres, caballos, alfiles y una dama que no es esa en la que ahora está usted pensando, pero sí ese poder travestido que se pretende absoluto e incontrolable.

¿Los peones? Ustedes y tú mismo. Los que combatís a la vanguardia, muriendo metafórica e involuntariamente en pos de los poderosos. Un peón no encontrará trabajo, porque su Majestad está en otras cosas. Otro padecerá ELA y se verá empujado a un suicidio no deseado. Habrá quien será desahuciado, incluso de la esperanza. No faltará ese servidor que, y a pesar de haberlo perdido todo, se quedará quietecito, a la espera de que la clase dirigente, torpe, fanática y sin escrúpulos, no lo mueva de su casilla. Incluso existirá el que entrará presto en el fragor de la batalla, en la creencia de que, si lo hace bien, el «amo» lo convertirá en pieza de retaguardia en señal de agradecimiento (¿Un caballo, tal vez? )…

¡Uf! Un peón quizás comprenderá su situación y querrá denunciarla. Y será sajado por un alfil a modo de… De cualquier cosa. Sin olvidar al peón lameculos que, yendo hacia su abismo, divulgará vomitivos whatsapps a destajo asegurando que si Su Señoría cae, todos los jubilados perderán su pensión. El último peón será ese que, haciéndole el juego al dictador, se quedará en casa un domingo 9, convencido de que, por su condición de peón, no puede hacer gran cosa…

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En el tablero físico hay ocho peones. Y unas normas. En el estatal, millones. Y en ese segundo, las normas se moldean al gusto y conveniencia de quien se cree ya Dios… De aquí que un caballo (su movimiento siempre te pareció engañoso) haya alterado la frase de Santo Tomás que precede a este artículo, mudándola en «La ley es una ordenación relativa y cambiante de la sinrazón para el bien del dueño del tablero, el que únicamente tiene cuidado de lo que le concierne, que no de la comunidad». Caídos los peones, los alfiles recorrerán sin cesar el terreno mudándose en voceros de las bondades de su caudillo. Los caballos construirán movimientos maquiavélicos y las torres se asegurarán de que la Reina (el poder del amo) se mude obesa…

2En cualquier estado de derecho real, el orden tendría que ser el inverso. El rey y sus adláteres irían a la vanguardia para mejorar la vida de sus peones, de usted –sí- y de ti mismo, porque aplicarían lo dicho por Santo Tomás. Que lo que importa es el bien común y no el propio. ¡Qué gran juego sería ese! Un jerarca jugándosela en primera fila para guardar la vida de los débiles…

Tal vez el ególatra de turno lo hiciera si recordara aquel proverbio italiano: «cuando acaba la partida, tanto el peón como el rey acaban en la misma caja.» Pero, en este 9 de junio, su Majestad está, efectivamente, en otras cosas…