¿Cómo están, queridos lectores? Espero que hayan tenido algún cambio en sus vidas para bien, porque si fuera para mal lo que deseo es que se queden como están, que para empeorar siempre hay tiempo. Y si no, que se lo digan al líder de la ultraderecha española. Cuando uno piensa que no se puede caer más bajo y arrastrar la ética más por el subsuelo, el tipo que no ha madrugado para currar en su vida se hace unas fotitos con el mayor genocida de niños del mundo. Yo no sé si dios los cría, pero lo que cada vez está más claro es que ellos solitos se juntan.
Yo les traía una novedad en rigurosa exclusiva: este artículo que tienen entre manos será el más breve que me hayan leído. En concreto pasamos de 3.500 caracteres a 3.160 por necesidades técnicas que tampoco vienen al caso. Me alarmé un poco cuando recibí la información, pero cuando comprobé que el recorte era en número de palabras y no en sueldo respiré tranquilo. Claro que, si me bajarán un poco más el sueldo, por ejemplo, un céntimo, me saldría a pagar y entonces necesitaría tirar de mi sindicato, porque generar un cien por cien de plusvalía, bueno, que vale, pero darle a la tecla y encima tener que quitarle euritos al lúpulo, eso sí que no.
Si la calculadora no ha fallado, a partir de ahora cuento con 340 caracteres menos, contando los espacios en blanco, que en muchas ocasiones son lo mejor de los artículos, no es falsa modestia, es que mejorar el silencio me parece cada vez más difícil.
Pues, por eso golpes en la cabeza que me di de pequeño contra los barrotes de la cuna, mientras mama Luisa bregaba con dos niños más y un marido más machista que el que dice «yo ni machismo, ni feminismo», me dio por pensar lo siguiente: ¿y si en esos 340 caracteres que pierdo están justamente las mejores frases de mi vida, esas donde despierto conciencias y evito que el próximo fin de semana las víctimas voten a sus verdugos para que piloten en Europa? ¿Y si por esos hilos que mueve el destino, en esas frases que ya no escribiré está la sublime sentencia tocada por los dedos de las musas para que todo el mundo se inocule de humanidad con altas dosis de empatía y solidaridad? Y lo más importante, ¿y si en esas palabras perdidas está el alegato definitivo para que la cerveza sea considerada Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la Felicidad, candidata al premio Noble y bebida de especial interés cultural?
Pero enseguida pensé, ni de coña, si en más de diez años y en más de mil artículos no lo has conseguido, no le eches la culpa ahora al recorte de unas líneas. Es más, me alegra sobremanera, porque casi siempre se puede decir lo mismo con menos, porque les robaré algo menos de su tiempo y porque para defender la igualdad de derechos y oportunidades y para decirles a la cara a los neo-fachas de toda calaña que nos tendrán siempre en frente no necesito enrollarme más de la cuenta.
Creo que estamos ante un caso muy claro de «menos es más». Ojalá se entendiera de una puñetera vez, que con menos consumo caníbal y una riqueza mejor repartida la Humanidad saldría ganando. Lúpulo y feliz jueves.
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