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Comprendo la necesidad del presidente de pararse a reflexionar ante las acusaciones vertidas contra su mujer pero creo que se equivocó al hacer públicas sus intenciones de dimitir. En mi opinión, PP y Vox consiguieron que a este hombre curtido en tanta batalla política se le calentara la boca y luego tuvieron que acudir en tropel los socialistas de todo pelaje y condición a «sacarlo» de donde se había metido. En cualquier caso me pareció sorprendente comprobar que la ponzoña vertida de las insidias contra su mujer había encontrado el talón de Aquiles que buscaban. Lamentablemente como consecuencia,  nos vimos ante la posibilidad de que todo un presidente del gobierno pensara en dimitir en vez de apoyarse en la fuerza escasa, cuando no endeblez, de las pruebas. En estos días que tanto se ha escrito y dicho sobre este tema, algunos (sobre todo algunas) han visto un canto al amor. ¿Es eso una debilidad? En cualquier caso es una virtud rara en política.

Pero no solo al señor Sánchez se le avinagra el ánimo. El señor Feijóo ha «descubierto» que Sánchez busca un cambio de régimen. Señor Feijóo, no haga de Nostradamus, no se meta usted en esos «charcos».

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MIENTRAS EL PRESIDENTE del gobierno se tomaba cinco días de «ejercicios espirituales», otros, como por ejemplo el señor Abascal, afilaban la lengua para poder decir sin ningún miramiento y por supuesto sin ningún respeto que «el jefe del gobierno no tiene otro objetivo que sepultar la crítica y garantizarse la impunidad para sus crímenes y mentiras y atizar el enfrentamiento social». Luego pintó a renglón seguido una España catastrófica refiriéndose a un escenario «extremo, provocado por un aprendiz de tirano». Supongo que este político «reflexivo, juicioso, y ponderado» se quedaría satisfecho después de largar tales «tufaradas de estiércol verbal». No se me alcanza cómo es posible que algunas de las acusaciones que se propagan públicamente contra un presidente de gobierno, no las contemple el código penal. Acusar a alguien de buscar la impunidad para sus ‘crímenes' me parece un excesivo deshago verbal.    Si la justicia acepta eso «apaga y vámonos». No se sabe si es que este hombre ha hecho un curso completo sobre las posibilidades de la ofensa personal o es en él una actitud natural.

VOLVIENDO AL TEMA, dejando los impresentables epítetos y descalificaciones del señor Abascal, creo, porque no puede ser de otra manera, que a la derecha no se le escapa que el talón de Aquiles del presidente es el ataque a su mujer. De hecho, la situación creada nos llevó durante cinco días a la perplejidad más absoluta. Ya le dije desde estas mismas páginas, señor presidente, que le esperaba a usted una legislatura a «cara de perro»    y como para algunos todo vale, incluso señalar a un presidente del gobierno de haber cometido crímenes, da pavor comprobar hasta dónde se utiliza la libertad de expresión, que para el caso yo lo veo más convertido en una afirmación que en una libertad de expresión y además de la peor clase. O se le pone amparo a esas descalificaciones o la democracia puede acabar asfixiada por sus propias inmundicias. De ahí a la agresión física no hay ni medio paso. Antes los debates que nos mostraban por televisión, a veces daban pena. Ahora es peor, porque dan asco a mucha gente.    Pues si las preocupaciones que emanan del quehacer político no fueran más que suficientes, surge como parte de la peor manera de hacer política, el ataque a la familia en un momento preelectoral en Cataluña, con tanto que hay por hacer. Por poner un ejemplo, ¿usted sabe para qué sirve el Senado? Pues ya se lo digo yo, prácticamente para nada. Fíjense en lo que acaba de decir Miguel Roca: «en estos 45 años, el Senado no ha servido para nada. Fue donde más nos equivocamos». Pues sabiendo eso, ahí está, sin ponerle remedio a semejante problema, que cuesta muchos miles y miles y miles de euros; luego, eso sí, empezamos a encontrar muy cuesta arriba pagar las pensiones. Digo yo si no sería más de agradecer que entre las distintas opciones políticas, en vez de ataques personales se dedicaran a ponerle solución a lo que sabemos y luego ya 45 años mal y encima sufragado por el dinero del contribuyente. Sabiendo que Miguel Roca dice la verdad, lo que lo hace aun más sangrante, es así señor presidente, son las cosas que los políticos que elegimos y pagamos deben de esforzarse en arreglar. Dimitir no es otra cosa que deslizarse por una trocha equivocada que aparte de no arreglar nada crea un problema muy serio que no puede sustanciarse atribuyéndolo a un «calentamiento de la boca» aunque le sobra a usted la razón. Piense señor presidente que mientras usted se permitía pedir cinco días de reflexión, el votante ha tenido cinco días de incertidumbre.