Dios creó el universo y el mundo con todo lo que contiene de una manera tan bella, sabia y perfecta que al contemplarla recién hecha no pudo más que amarla. Toda la creación es fruto de su amor. Pero hay una criatura privilegiada que constituye su obra más perfecta y a la que por lo mismo podemos afirmar que la quiere más que todas las otras; que la quiere, hablando a lo humano, con locura. Y esta criatura es el hombre. Le dio la mujer, carne de su carne, para que no estuviera solo. Los puso en un paraíso para que fueran felices y le correspondieran, libremente, con su amor cuidando todo lo creado, de lo cual eran señores. Una sola limitación les puso: no comer del fruto del árbol del bien y del mal.
El demonio, un ángel caído, en forma de serpiente, los tentó: si coméis seréis como dioses. El orgullo egoísta pudo más que el amor agradecido, comieron y todo cambió. El paraíso dejó de serlo, tuvieron que comer el pan con el sudor de su rostro, su vida ya no fue perfecta, entró en ella la enfermedad, el dolor y la muerte. La naturaleza humana quedó degradada y así fue trasmitida, junto con ese pecado de origen, a su descendencia. Pero Dios continuó amándolos y, desde ese primer momento, dispuesto siempre a perdonar, prometió su redención.
Raons d'esperança
El hombre: la locura del amor a Dios
Menorca22/04/24 4:00
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