Hay algo común en todos los campos de batalla desde el neolítico. El hedor, la peste. En cambio, en los escenarios prebélicos, esa atmósfera hedionda es ligeramente distinta, con cierto toque dulzón como a frutas podridas, debido al entusiasmo y la euforia que una posible guerra futura provoca en mucha gente. Esto ya lo contaba Celine en «Viaje al fin de la noche», y va bien recordarlo ahora que sólo se habla de guerras. Las dos en curso, Ucrania y Gaza, y la que acaso vendrá. El presidente polaco ya nos arengó la semana pasada asegurando que estamos en una época de preguerra, y la UE debe prepararse más para la defensa. Lo mismo dijo no hace mucho nuestra ministra de Defensa, Margarita Robles, que nos reprendía por no habernos percatado de que, además de en guerra, ya estamos en preguerra. El presidente francés Macron, más impetuoso, abogaba por enviar soldados a Ucrania, fusionando esta teórica preguerra con la guerra en sí, a fin de ir ganando tiempo.
Oraciones
Además de bélicos, prebélicos
06/04/24 4:00
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