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Dudaba en titular el escrito de hoy como «un país de corruptos», pero al final me he decantado por el más aglutinador «un país corrupto». Actualmente la corrupción es el cáncer de la sociedad. Y cuando el cáncer ya se ha expandido, cuando ya ha creado metástasis, la enfermedad es generalizada. Ha perdido el apellido y lo nombramos con el nombre de pila. Y España, por desgracia nuestra, ya es un país corrupto.

Corrupto porque ya no es que desde el Gobierno supuestamente se tapen las corruptelas de su partido, no. Corrupto porque son miembros mismos del propio Gobierno quienes presuntamente están en el ajo. Las sospechas recaen ya en las altas esferas. Incluso hay rumores de que la propia presidenta del Congreso de los Diputados podría verse involucrada. Y eso es muy fuerte. Demasiado fuerte, aunque sea socialista.

Ha sido muy llamativa la salida en tromba para defender la gestión del anterior Govern que ha hecho Iago Negueruela, en castellano, eso sí. Y es que claro, para las cosas importantes, mejor que el catalán se quede en la intimidad.

Y España sigue siendo un país corrupto porque tenemos un líder de la oposición que no acaba de aterrizar en Madrid. O eso, o que pretende aprovechar los ataques a miembros de su partido en beneficio propio. Y eso, también es corruptela. Diferida, pero corruptela, al fin y al cabo.

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Y qué decir de los independentistas, nacionalistas y demás terminados en -istas. Acaso no son corruptos por ser chantajistas al Estado. Y los comunistas y sus homónimos fascistas, que solo esperan ocupar sillas y sillones, acaso se creen menos corruptos por manipular a las masas en beneficio propio.

Y nosotros, los votantes de a pie, que con nuestro voto castigamos más que premiamos. Que votamos más con nuestro corazón que con nuestra razón.  ¿Acaso no ayudamos al fomento de la corrupción al negar la de unos y señalar la de los otros? ¿Y los jueces que han perdido la presunta imparcialidad en beneficio propio? ¿Y los medios de comunicación que tienen varias varas de medir?

Al menos, y a diferencia de los años 30 del siglo pasado al que tanto le gusta retroceder el ya marxista Sánchez, las redes sociales nos despejan muchas dudas. Incluso algunas las adelantan, como es el caso del analista, investigador y comunicador Alvise Pérez y sus ardillas infiltradas. ¿Será todo verdad o también habrá manipulación en la noticia?

Tiempo al tiempo. Eso sí, siempre que a la fiscalía y a la UCO les dejen hacer su trabajo. Y como no, a los jueces.

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