Los que nos hemos criado en este entorno cultural mediterráneo, después heredado por la América latina, estamos obligados a creer en la familia como la institución más sacrosanta que existe. Ni la religión, ni el dinero, ni siquiera el amor o cualquier ambición profesional o ideología política pueden ponerse por encima de la familia. La sangre obliga. Por eso, quizá, exista ese drama silencioso que afecta a tantas parejas que no tienen hijos. Tradicionalmente se les ha despreciado y todavía hoy hay cierto resquemor contra ellas, como si les faltara algo, como si fueran vidas incompletas. Y la realidad es que hay familias y familias. Como en todo. Existen, claro que sí -o eso quiero creer- esas familias de película Disney en las que el apoyo mutuo, el respeto y un amor inquebrantable son las fuerzas que mantienen unido el invento. Otras de las que es mejor huir en cuanto se cumple la mayoría de edad.
El rayo verde
Cría cuervos
12/02/24 4:00
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