Se aplica a quien obtiene más reconocimiento fuera de su pueblo, y poco o ninguno en el suyo, podría colegirse, en mi modesta opinión, del maestro Luque. Si bien se procuró en tanteada demanda su recuerdo, sugiriendo un sencillo mosaico, para que su nombre y su magisterio no quedaran en el olvido, la propuesta no cuajó por motivos que se me escapan, aunque de esto la culpa solo sea mía.
A propósito de PISA, y en referencia al titular de «Es Diari» [27/I/2024], en cuanto a que los resultados educativos de los alumnos de Menorca se han desplomado según la última edición de dicho informe, el educador citado dejó expresa hace ya muchos años la siguiente reflexión:
«Jamás llegué a dar con el sistema educativo que, sin requerir esfuerzo a los alumnos, me permitiera a final de curso y con justicia conceder el aprobado general… En la mansión de los estudios, más interesante que la carta es lo que hay en el plato. La bondad de un sistema educativo debe ser juzgada únicamente a través de los resultados obtenidos, en todos los aspectos, por los alumnos. Hacer otra cosa en la evaluación de un sistema es un desliz. No dejo de constatar los errores de una escuela programada por pedagogos [distantes de las aulas], con los mismos defectos que se detectarían en navegantes que jamás vieron el mar…»
Otro buen maestro, José Ma. Florit de can Sicre, tampoco reconocido como se merecía, cuando nos hablaba de los grandes conquistadores españoles del XVI, decía que eran personas de inmensas virtudes, pero igualmente con grandes defectos, para terciar en la gloria efímera…
- ¿Quién hablará de mí después de mi muerte…?, se preguntaba Manuel Luque en sus últimos días, intuyendo el olvido… Tal vez acertaba, pues probablemente su recuerdo desaparecerá con la memoria de quienes fueron sus alumnos. Lástima en ambos casos…