Para que nuestra política nacional (o plurinacional), reducida desde hace años a discutir sobre los arbitrajes, el VAR, el reglamento (la Constitución) y los jueces de línea, en la que al igual que en el fútbol mandan solo la publicidad y el dinero, fuese ya idéntica al propio fútbol, con su interminable reguero de victorias, derrotas, ofensas históricas, robos, humillaciones y ajustes de cuentas, sólo le faltaba un pequeño detalle. El tiempo añadido, naturalmente a juicio del árbitro. Y si el tiempo es de por sí un factor muy polémico, y de los buenos políticos, como de los buenos centrocampistas, suele decirse que dominan y marcan los tiempos, el tiempo añadido, dada su naturaleza arbitraria, lo es más. Por la fatiga, por la presión, por lo incierto del resultado. Les supongo enterados de que el partido de la ley de amnistía (las leyes ya no se hacen como salchichas, sino como clásicos de la máxima rivalidad), que ya dura medio año y es muy bronco, con entradas antirreglamentarias, faltas tácticas, pérdidas de tiempo, fueras de juego dudosos y un juez de línea levantando la bandera (española) en cada ataque del Gobierno, está hora en tiempo añadido.
Oraciones
Tiempo añadido
03/02/24 4:00
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