Ayer
Ayer fue mi cumpleaños. Celebré una nueva vuelta al sol y también festejé la vida. Constatar que el tiempo pasa muy rápido no es ninguna novedad. Tampoco lo es comprender que la vida transcurre en un instante y que somos criaturas minúsculas en el universo. Una buena amiga me explicaba cómo solía quejarse a su padre. Le decía: «No hago nada bien. No sé cantar, ni tengo ritmo para bailar, me desoriento y me despisto, se me dan fatal las manualidades y no destaco en las artes. Está claro que, al ser la mayor, hicisteis una hija muy imperfecta». Su padre, que era payés, con el alma arraigada a la tierra y el pensamiento de un sabio, le respondió: «Sin embargo, sabes querer». Me pareció una gran respuesta. Aquel hombre le dio una lección de vida a su hija. Las habilidades y capacidades que poseemos son importantes.
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