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Cuando me lean estaremos en plena resaca después de haber despedido al que llamamos año viejo y dar la bienvenida al que también denominamos año nuevo.   

Más adelante nos daremos cuenta de que tanto el anterior como el recién estrenado se asemejan bastante, ya que los problemas más importantes no solo se mantendrán sino que más bien se añadirán otros nuevos. Nosotros no queremos que sea así, pero factores externos, esos que nos gobiernan y nos manejan y que tienen la sartén por el mango, son los que van a definir nuestro destino.

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Pero vayamos algo hacia atrás, pongamos la moviola y veamos como despedimos ese 2023. Teniendo en cuenta las estadísticas sociológicas, parece ser que esas reuniones familiares para despedir el año son casi tan violentas como las cenas de Nochebuena. Empujados nuestros más bajos instintos por esas copas de más y el verse con determinados individuos a los que no podemos tragar, hace que aflore y de forma premeditada toda la mala milk que algunos suelen almacenar todo el año y es que, amigo lector, al que es cafre, paliza o descerebrado no se le va a pasar con doce uvas y sus correspondientes campanadas.

Siempre he pensado que hay quien no cuenta las uvas, ha puesto alguna de más o ha comprado las más gordas para que alguien se atragante, todo para desbaratar esos últimos momentos de despedida. Pero si han llegado vivos y coleando hasta hoy, enhorabuena y feliz Año Nuevo.