A Toni y Nando, caminantes, lectores magnánimos.
Hojeando los periódicos añejos de papel quebradizo e impresión desleída, como con acierto los calificó anteayer el profesor Cantavella, exdirector de «Es Diari», y que, como ponderó, encomiando la iniciativa del editor J. Pons Fraga, por su riqueza deben conservarse, se revive el ayer a la luz de ese saber de buena tinta, y nunca mejor dicho, como puede desprenderse de un suelto, adaptado con acicalada prosa al lisonjero estilo de la época, debido al cronista mercadalino anónimo:
«Agradecidos debemos estar todos los habitantes de esta villa, con el valioso concurso de cultura que viene prestando el ilustrado facultativo don Luis Alonso Alonso, médico militar residente en esta plaza [Es Mercadal] pues, la conferencia que dio acerca de higiene y tuberculosis en el Patronato de la Enseñanza Católica merece la gratitud más sincera, y aviva los deseos de escuchar nuevamente de labios tan autorizados tan hermosas y útiles lecciones como lo fueron las que nos transmitió con sus indicaciones y consejos, muy especialmente para combatir la tuberculosis que con su guadaña de muerte causa hoy tantos estragos a la humanidad (…) [1].
Don Luis Alonso Alonso [Madrid, 1896-Paracuellos de Jarama, 1936] se licenció en Medicina y Cirugía en 1919 por la Facultad de la Universidad Central de Madrid, ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar y promovido al empleo de teniente, con cuyo despacho solicitó destino en Menorca. De tal forma, el 28 de enero de 1920, tomó compromiso en el 3er. Batallón del Regimiento de Infantería 63 de Mahón.
Aunque su hija, autora de la densa biografía que también analiza el contexto de la guerra con Marruecos [2], no menciona la estancia de su progenitor en Es Mercadal, no parece improbable que allí residiera habida cuenta del contingente castrense destacado en los nuevos cuarteles.
En 1922, volvamos al clínico militar, dejó su templado destino en Menorca para incorporarse luego del desastre de Annual en 1921―al Batallón Expedicionario del Regimiento de Infantería «Otumba 49» emplazado en Monte Arruit, siendo destinado al Hospital Docker de Melilla, donde se inició en la práctica de la psiquiatría científica, especialidad influida por el aumento de las enfermedades mentales originadas en la 1ª Guerra Mundial.
Después se alistó en la Legión con el objeto de estudiar la conducta del soldado en el combate. Su asistencia a los heridos en primera línea, controlando sus reacciones ante el pánico colectivo, le valió ser distinguido. En el bienio 1924–1926, permaneció en situación de disponible en la 1ª Región Militar [Madrid] dedicado a la investigación para en 1926 solicitar su traslado al Protectorado con el fin de ayudar a la erradicación de enfermedades endémicas: viruela, sífilis y el paludismo, por cuyo celo y eficacia recibió públicas menciones. Su condición de médico militar, su conocimiento del árabe y sus encargos político-militares, le situó cercano a las autoridades locales y a la población rural, experiencias por las que igualmente fue reconocido. Además de sus obligaciones en la milicia contribuyó al mismo tiempo en las reformas del Código Penal concernientes a la intervención de los psiquiatras, como peritos ante los tribunales, en las vistas inherentes a los enfermos mentales.
Hojeando los añejos y amarillentos periódicos se observa de todo un poco, y de todo debería aprenderse; y de los luctuosos sucesos que discurrieron por los desabridos caminos de las guerras en nuestros cielos, de cuyas secuelas muy pocas familias se libraron. Con pesar, pensemos en los azotes de la fratricida que acabó con la fecunda vida y con la prometedora carrera científica del doctor Alonso, quien hace un siglo habitó en Menorca entre nuestros abuelos.
Algunos papeles viejos, decía, conviene repasarlos por si nos sirven de provecho o tal vez de lección.
[1] «El Bien Público» ejemplar núm. 14.236; página, 2 [29/IX/1920]
[2] Alonso Montalbán, Maria Luisa. «Luz para el olvido» Ed. Proust. [2017]