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Debe de ser que mi santa madre me alumbró con un punto de atrevimiento para las cosas de esta vida, que unas veces va bien y otras mal. Fíjense ustedes hasta donde me alcanza esa patología. Hay un precioso hotel en Cangas de Onís (Asturias), al que María y un servidor llevamos la friolera de más de 25 años yendo a pasar en él unos días del mes de octubre. La confianza con la familia dueña del hotel con nosotros es recíproca, de ahí viene que todos los años por estas fechas nos crucemos algún «detalle». La penúltima que le mandamos un queso, era de cabra payoya andaluza, y este año por lo que decía del atrevimiento, en una formatgeria de El Corte Inglés, localizamos el último Coinga entero que les quedaba, una pieza preciosa de un semicurado más que pintiparada para hacerla valer de regalo de Reyes, para una familia que son quesero adictos hasta la médula.

¡Hombre!, mandar un queso a una zona de magníficos quesos, no es un atrevimiento pequeño. Hago énfasis en lo de magníficos quesos, tanto que en el último Certamen Internacional La World Cheese Award, celebrado este año en Noruega, lograron varios premios, lo que no es poca cosa. Yo sé que una pieza de un semicurado de Coinga me iba a dejar en muy buen lugar, en esa industria delicada de obsequiar un producto con presencia y acreditada calidad. Acompañé el queso que mandé con una nota, dándoles «permiso» para acompañar al Coinga con unos culines de sidra asturiana. Tengo bastante queso Coinga disfrutado con culines de sidra, con la que marida extraordinariamente bien. Confieso no ser tan purista como los que no aceptan un buen queso en la vecindad de otros productos, como por ejemplo las uvas o la carne de membrillo, y menos aún, unas almendras o avellanas, que casan bastante bien con un semicurado de Coinga.

En Menorca hay productos gastronómicos perfectos para que los Reyes Magos los hagan llegar a las cuidadas mesas. Su chacinería es de lo que se come los domingos en el cielo ¡Hombre, tú dirás! Obsequiar un buen cuixot, un par de sobrasadas, unos butifarrones y una salchicha, como hacen esos productos con marchamo de artesano, por ejemplo «Sa Muradeta» del Polígono de Ciutadella, es la garantía de acertar con unos Reyes que seguro que harán feliz a quien lo reciba. Otros productos son más sencillos si me apuran, aunque de muy buen gusto a la hora de cumplir con un compromiso. Me quiero referir al Gin de Menorca u otros destilados de los que se elaboran en esa destilería vecindad del Puerto mahonés.

Mandar un producto gastronómico fuera de Menorca, solo requiere que no se malbarate en el transcurso del viaje y que sea fácil de mandar.

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No hace mucho les dejé dicho que en Aeropuerto de Madrid, se conoce a los que vienen de Palma de Mallorca por las cajas de ensaimadas que llevan; los mallorquines se han trabajado con inteligencia hacer conocidas por todo el mundo sus ensaimadas ¿Para cuándo los turistas nacionales o internaciones van a salir con un queso, alguna sobrassada, algún buen destilado, incluso con unas bolsitas de carquinyols, estuchados con anagrama de Menorca?

Menorca tiene una oferta donde elegir para el obsequio gastronómico, que honra y prestigia a quien lo manda, y hace feliz y agradecido a quien lo recibe.

Hay productos que convierten una mesa en un festín, que está al alcance de las personas que son de Menorca o que tienen la feliz idea de ir a la Isla a pasar unos días. Magníficos quesos premiados en concurridos certámenes internacionales, que con todo merecimiento se han convertido en embajadores del buen gusto.

Algunos obsequios me parecen sorprendentes. Tengo un amigo el Dr. Pablo González, que raro es el año que no me da un alegrón, mandando a casa una docena de perdices o media de faisanes. No me digan que no son unos Reyes originales.