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Se está hablando muchísimo del polémico verificador, misterioso individuo que imagino alto y muy delgado, con mejillas chupadas y aspecto grave de enterrador, que deberá vigilar los acuerdos del Gobierno con Junts, y de momento ya ha sacado de quicio a nuestras derechas patrióticas. Eso del verificador recuerda el título de un relato de terror gótico, con algunos toques burocráticos de inspiración kafkiana derivados del procés (El proceso), en el que durante una noche tormentosa un viajero llega a una posada, cruza entre los silenciosos comensales como un viento gélido y le dice al posadero: «Soy el verificador. Verifico cosas». El buen hombre se seca las manos con el delantal, y algo azorado contesta: «Ah, ya, es usted el encargado…». «No, yo no me encargo de nada. Yo sólo verifico». Se hace un silencio sepulcral. El ambiente es opresivo y siniestro. Y así sucesivamente.

El relato prosigue por los cauces habituales, y ni que decir tiene que cada vez que alguien menciona al verificador, la atmósfera se carga de tensión y sube el tomo de los cuchicheos. El propio presidente del Gobierno se atrevió a mencionarlo hace días, asegurando que acaso fuese hasta beneficioso, ya que los del pacto no se soportan, y ambas partes detestan lo que han pactado. Sí, parece mentira las tonterías que nos obliga a debatir la política española. ¡Un verificador! Alguien que comprueba, y en su caso ratifica, que una cosa es verdad. Que un aparato o maquinaria funciona. A veces pienso si la política, que al igual que la guerra es el arte del engaño, no consistirá precisamente en mantenernos distraídos discutiendo necedades, a fin de que no reparemos en lo importante. Menudo alboroto por un verificador.

Debe ser la palabra, verificador, la que hiela la sangre en las venas, porque lo cierto es que hoy en día todo se debe verificar repetidamente, personas, sistemas, cosas, y casi todos los trabajos consisten en verificar algo. Tenemos verificadores a montones, varios en cada edificio (hace poco me verificaron los riñones, que necesitaron píldoras), y no pasa nada. Pero dices el verificador, y hay que ver la que se arma. Meses dura ya esta polémica, y eso que el verificador aún no hizo acto de presencia en la noche tenebrosa. En serio, no es para tanto. Verificadores es lo que sobra.