No habrá más penas ni olvido
El lunes a eso de las dos de la madrugada, con mucho adelanto sobre lo previsto, me enteré por los informativos de televisión de que los argentinos habían elegido democráticamente, y por amplia mayoría que naturalmente no detectaron ni las encuestas ni los analistas, al mismísimo rey de los boludos como presidente de la república. No me lo podía creer, los argentinos y argentinas votando masivamente al estrafalario tertuliano anarcocapitalista Javier Milei, un economista de ultraderecha con melena alborotada y ánimo siempre excitado, que en sus enloquecidas comparecencias públicas esgrimía una motosierra (su Plan Motosierra), igual que en La matanza de Texas. ¡Y los argentinos y argentinas le aclamaban como si fuese Maradona! Increíble. Quizá el sujeto se parezca al hombre de la esquina rosada de Borges, un cuchillero, salvo que ahora ocupará la Casa Rosada. Veinte minutos después aún no me lo creía, algo que me pasa mucho últimamente. Vivo estupefacto y boquiabierto, y así hasta altas horas de la madrugada, momento en el que busco algún libro para entretenerme y salir del negro estupor.
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